La riqueza de las naciones (Adam Smith, 1776) se considera el primer texto moderno de economía. En sus cinco libros, conceptos como valor, producción y capital son analizados para determinar las causas de la riqueza, determinantes del grado de desarrollo de un país y, en definitiva, del bienestar de sus habitantes.
Sabemos que no necesariamente un país que posee abundantes recursos naturales tiene su desarrollo asegurado. Por mencionar sólo un ejemplo, Chile tiene 7,2 veces más recursos naturales per cápita que Japón, pero este último registra un PGB 19 veces más grande que el nuestro, corregido por Paridad de Poder de Compra. Lo que no es tan evidente es que tampoco el capital físico producido (maquinaria, equipamiento, estructura, ciudades) explica la riqueza.
Entonces, hay un componente “intangible” que explica la diferencia entre un país rico y uno pobre. Un estudio del Banco Mundial (“Where is the wealth of nations?, 2006) clasifica la riqueza de los países en tres categorías: recursos naturales, capital producido y la riqueza intangible. Esta última se compone del capital humano y de la calidad de las instituciones, principal estímulo de la productividad. Las cifras al año 2000 muestran que la riqueza intangible alcanza sólo los USD 4.434 per cápita en los países pobres, mientras que en los países OECD es USD353.339; en el primer grupo, la riqueza intangible representa el 59% de la riqueza total, mientras que en el segundo equivale a un 80%. Una muestra para algunos países se expone en el cuadro del inicio.
La diferencia entre Chile y Estados Unidos no está en la cantidad per cápita de recursos naturales. Es la riqueza intangible la que explica la brecha en la productividad: un estadounidense medio tiene acceso a más de USD418 mil en riqueza intangible, más de 7 veces la de un chileno: mejores sistemas de educación e instituciones que funcionan (lo que se denomina “Rule of Law”).
Cuatro reflexiones a partir de lo anterior:
1) Este componente intangible que explica parte sustancial de la riqueza, por su naturaleza, es difícil de cuantificar, y por lo tanto, incorporar a las cuentas nacionales. Cuando Estados Unidos importa una retroexcavadora, las cuentas nacionales la contabilizan como inversión en capital físico; cada año, a Estados Unidos llegan aproximadamente 1 millón de inmigrantes, de los cuales, a lo menos el 1% debe ser gente del más alto nivel de capacitación. ¿Cómo se contabiliza este subsidio? La balanza de pagos hace vista gorda a este evento, que es extremadamente más poderoso que la importación de una máquina. El PIB da cuenta de lo que sucede después, en términos de valor agregado.
2) Dado el nivel de riqueza intangible que soporta las actividades económicas en el mundo desarrollado, no debe sorprendernos que la distribución del ingreso mundial haya empeorado (la brecha entre ricos y pobres se ha cuadruplicado en los últimos diez años en el mundo), y siga empeorando mientras la institucionalidad de los países pobres no tenga un viraje importante.
3) El principal factor no transable es la mano de obra. En la medida que un país avanza al desarrollo, su capital humano se revaloriza, y por lo tanto, su precio aumenta. Esto trae asociado un tipo de cambio real menor. Así, es perfectamente factible observar a un país más competitivo y al mismo tiempo con un menor tipo de cambio real (la discusión que se ha dado en Chile de asociar un “alto” tipo de cambio con competitividad es sesgada y cortoplacista). Por lo tanto, lo que debería ocurrir en Chile es que su moneda se revalorice con respecto a los países desarrollados y se deprecie con respecto a los países menos desarrollados que realizan políticas económicas correctas. Relacionar el tipo de cambio con la entrada (o no entrada: “mejor dejamos los dólares afuera para no afectar el tipo de cambio”) o salida de divisas, o con la tasa de interés de política monetaria tiene una consideración de corto plazo, útiles como variables de decisión para un operador de mesa de dinero que hace trading de forward intradía, pero no para los fundamentals de la economía, necesariamente. Si la política monetaria – más o menos expansiva, o más o menos contractiva- es la correcta para la coyuntura de un país, esto se reflejará en un menor tipo de cambio real en el mediano plazo.
4) El capital humano de un país, a fin de desarrollarse y explotar a plenitud su potencial, debería sacarle el “mayor trote” posible a uno de los mercados más importantes de una economía: el mercado de capitales. ¿Pero por qué no están en Chile los Larry Page, Mark Zuckerberg o Steve Jobs? ¿No será, en parte, responsabilidad de aquel mercado, especialmente en lo que se refiere a su nivel de competencia, entendida ésta más allá que una guerra de ofertones? Resulta necesario salir al pizarrón y analizar el problema de fondo.
Finalmente, la gran pregunta aun por responder es ¿serán capaces los países pobres de romper el círculo vicioso y generar riqueza intangible? La hermana de la economía, la política, tiene gran protagonismo en la respuesta.
Sabemos que no necesariamente un país que posee abundantes recursos naturales tiene su desarrollo asegurado. Por mencionar sólo un ejemplo, Chile tiene 7,2 veces más recursos naturales per cápita que Japón, pero este último registra un PGB 19 veces más grande que el nuestro, corregido por Paridad de Poder de Compra. Lo que no es tan evidente es que tampoco el capital físico producido (maquinaria, equipamiento, estructura, ciudades) explica la riqueza.
Entonces, hay un componente “intangible” que explica la diferencia entre un país rico y uno pobre. Un estudio del Banco Mundial (“Where is the wealth of nations?, 2006) clasifica la riqueza de los países en tres categorías: recursos naturales, capital producido y la riqueza intangible. Esta última se compone del capital humano y de la calidad de las instituciones, principal estímulo de la productividad. Las cifras al año 2000 muestran que la riqueza intangible alcanza sólo los USD 4.434 per cápita en los países pobres, mientras que en los países OECD es USD353.339; en el primer grupo, la riqueza intangible representa el 59% de la riqueza total, mientras que en el segundo equivale a un 80%. Una muestra para algunos países se expone en el cuadro del inicio.
La diferencia entre Chile y Estados Unidos no está en la cantidad per cápita de recursos naturales. Es la riqueza intangible la que explica la brecha en la productividad: un estadounidense medio tiene acceso a más de USD418 mil en riqueza intangible, más de 7 veces la de un chileno: mejores sistemas de educación e instituciones que funcionan (lo que se denomina “Rule of Law”).
Cuatro reflexiones a partir de lo anterior:
1) Este componente intangible que explica parte sustancial de la riqueza, por su naturaleza, es difícil de cuantificar, y por lo tanto, incorporar a las cuentas nacionales. Cuando Estados Unidos importa una retroexcavadora, las cuentas nacionales la contabilizan como inversión en capital físico; cada año, a Estados Unidos llegan aproximadamente 1 millón de inmigrantes, de los cuales, a lo menos el 1% debe ser gente del más alto nivel de capacitación. ¿Cómo se contabiliza este subsidio? La balanza de pagos hace vista gorda a este evento, que es extremadamente más poderoso que la importación de una máquina. El PIB da cuenta de lo que sucede después, en términos de valor agregado.
2) Dado el nivel de riqueza intangible que soporta las actividades económicas en el mundo desarrollado, no debe sorprendernos que la distribución del ingreso mundial haya empeorado (la brecha entre ricos y pobres se ha cuadruplicado en los últimos diez años en el mundo), y siga empeorando mientras la institucionalidad de los países pobres no tenga un viraje importante.
3) El principal factor no transable es la mano de obra. En la medida que un país avanza al desarrollo, su capital humano se revaloriza, y por lo tanto, su precio aumenta. Esto trae asociado un tipo de cambio real menor. Así, es perfectamente factible observar a un país más competitivo y al mismo tiempo con un menor tipo de cambio real (la discusión que se ha dado en Chile de asociar un “alto” tipo de cambio con competitividad es sesgada y cortoplacista). Por lo tanto, lo que debería ocurrir en Chile es que su moneda se revalorice con respecto a los países desarrollados y se deprecie con respecto a los países menos desarrollados que realizan políticas económicas correctas. Relacionar el tipo de cambio con la entrada (o no entrada: “mejor dejamos los dólares afuera para no afectar el tipo de cambio”) o salida de divisas, o con la tasa de interés de política monetaria tiene una consideración de corto plazo, útiles como variables de decisión para un operador de mesa de dinero que hace trading de forward intradía, pero no para los fundamentals de la economía, necesariamente. Si la política monetaria – más o menos expansiva, o más o menos contractiva- es la correcta para la coyuntura de un país, esto se reflejará en un menor tipo de cambio real en el mediano plazo.
4) El capital humano de un país, a fin de desarrollarse y explotar a plenitud su potencial, debería sacarle el “mayor trote” posible a uno de los mercados más importantes de una economía: el mercado de capitales. ¿Pero por qué no están en Chile los Larry Page, Mark Zuckerberg o Steve Jobs? ¿No será, en parte, responsabilidad de aquel mercado, especialmente en lo que se refiere a su nivel de competencia, entendida ésta más allá que una guerra de ofertones? Resulta necesario salir al pizarrón y analizar el problema de fondo.
Finalmente, la gran pregunta aun por responder es ¿serán capaces los países pobres de romper el círculo vicioso y generar riqueza intangible? La hermana de la economía, la política, tiene gran protagonismo en la respuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario