La expresión “Sernac Financiero” nació en el primer debate presidencial, como respuesta del entonces candidato Sebastián Piñera ante la pregunta “¿Qué reformas haría usted al sistema financiero para lograr mayor justicia, equilibrio y equidad?”. Dicha pregunta fue precedida de una ácida crítica a los bancos, resaltando la falta de acceso al crédito y los altos intereses y comisiones, y el contraste de las utilidades bancarias versus las ganancias de los depositantes. El candidato agregó que el objetivo para crear dicha institución sería para que “no se cometan tantos abusos que muchas veces quedan totalmente impunes”.
La idea ha ido ganando fuerza. Es así como el ministro de Hacienda la incluyó dentro de los siete pilares de la agenda de Mercado de Capitales Bicentenario. Según el anteproyecto, el Sernac Financiero operaría como una unidad especializada de la actual institución homónima, cuyo rol principal será el de fiscalizar a las instituciones que otorgan créditos y seguros en lo referente a su funcionamiento y relación con sus clientes.
Hasta el 30 de junio se pueden hacer propuestas al proyecto, el que seguro tendrá alguna mención en el discurso del 21 de mayo. La principal debilidad de éste es el peligro que esta nueva institución, que no tendrá facultades sancionatorias ni regulatorias, se centre en solucionar problemas “puntuales”, tales como cobros indebidos (actualmente un 25% de los reclamos), vulneraciones a los contratos (24% de los problemas actuales) o el poco interés de parte de las instituciones para resolver los problemas. Eso ocurriría porque se estaría atacando los efectos de un actuar y no sus causas: la falta de competencia. ¿Un cuento de nunca acabar?
¿Qué haría este nuevo Sernac Financiero al constatar, por ejemplo, que la tasa relevante que pagan muchos consumidores en sus créditos, al incluir todos los gastos asociados a éste, sobrepasa con creces la Tasa Máxima Convencional? Aquí sí que hay trabajo por hacer. Y el primero de ellos es obligar a todas las instituciones a informar públicamente la tasa efectiva anual –todo incluido- de cualquier crédito que coticen o coloquen, similar al Annual Percentage Rate (APR) informado en Estados Unidos e Inglaterra. Así, se tendría un indicador uniforme, simple, claro y fácil de entender y comparar, y que, dicho sea de paso, reemplazaría a todos los actuales estudios que se hacen típicamente en marzo y diciembre, que tienen el error conceptual de comparar cuotas o peor aún, señalar que el costo total del crédito es la sumatoria lineal de aquéllas.
La transferencia unilateral de riqueza que hoy está ocurriendo en el sector crediticio es mucho mayor que la que existe producto de la diferencia que han tenido clientes con proveedor por unas laminitas de un álbum de fútbol, que mucha bulla y portadas ha tenido. Como para definir prioridades…