La Universidad de Talca es la principal casa de estudios de la VII región. La mayoría de sus 7 mil alumnos proviene de Talca, Curicó, Linares, Constitución y varias comunas rurales de la misma región. 8 de cada 10 alumnos son la primera generación de su familia que llega a la universidad y el 57% pertenece a familias cuyo ingreso autónomo no supera los $200.000 al mes.
El terremoto del 27F no sólo afectó la infraestructura de la universidad, la que tuvo, al igual que otras casas de estudios, que posponer el ingreso a clases. También hubo un efecto adverso, como es de suponer, en muchas familias de los alumnos. La incertidumbre, por lo tanto, era doble. ¿Podrían los alumnos superar sus propios problemas y empezar el semestre otoño 2010? Un catastro realizado por la Facultad de Ciencias Empresariales (FACE) de la universidad muestra que un 10% de los alumnos dijo tener dificultades de importancia tras el 27F, que van desde daño importante a la vivienda, destrucción total, pérdida de empleo y hasta pérdida de seres queridos. Pero para sorpresa de las mismas autoridades académicas, y tal vez como una señal de querer doblarle la mano al destino, un porcentaje importante de alumnos no congeló el semestre.
Una iniciativa por parte de unos colegas de la FACE apunta a “apadrinar” en forma voluntaria a un alumno con problemas descritos en el párrafo anterior. La invitación se hizo extensiva a todos los profesores, exalumnos y alumnos de postgrado, y aún está en proceso de captar voluntarios. Excelente idea, y ojala logre los objetivos propuestos.
En el mundo de los negocios, desde hace un buen tiempo, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) se ha establecido fuertemente como tema relevante. Varias entidades se han dado cuenta que la estrategia de largo plazo que maximiza el valor de la compañía es aquella que logra conjugar su lícito objetivo de maximización de riqueza con una contribución activa, más allá de la ley, al mejoramiento social, económico y ambiental.
¿Qué hay de las personas? Cierto premio Nobel dijo que si toda la ciencia económica se tuviera que resumir en una sola palabra, ésta sería “incentivos”. Pero, ¿qué incentivos pudiera tener alguien al aceptar un impuesto voluntario, que por definición le disminuye su nivel de bienestar? La respuesta, que escapa al análisis material, apunta a la responsabilidad social que cada ciudadano debe tener no solo en tiempos de catástrofe, sino en forma permanente en orden a disminuir la pobreza ya sea mediante algún sacrificio monetario o con acciones que apunten a crear oportunidades que permitan romper el círculo vicioso en el que se encuentran las familias más vulnerables. Una persona de clase media también puede ser un filántropo.
El terremoto del 27F no sólo afectó la infraestructura de la universidad, la que tuvo, al igual que otras casas de estudios, que posponer el ingreso a clases. También hubo un efecto adverso, como es de suponer, en muchas familias de los alumnos. La incertidumbre, por lo tanto, era doble. ¿Podrían los alumnos superar sus propios problemas y empezar el semestre otoño 2010? Un catastro realizado por la Facultad de Ciencias Empresariales (FACE) de la universidad muestra que un 10% de los alumnos dijo tener dificultades de importancia tras el 27F, que van desde daño importante a la vivienda, destrucción total, pérdida de empleo y hasta pérdida de seres queridos. Pero para sorpresa de las mismas autoridades académicas, y tal vez como una señal de querer doblarle la mano al destino, un porcentaje importante de alumnos no congeló el semestre.
Una iniciativa por parte de unos colegas de la FACE apunta a “apadrinar” en forma voluntaria a un alumno con problemas descritos en el párrafo anterior. La invitación se hizo extensiva a todos los profesores, exalumnos y alumnos de postgrado, y aún está en proceso de captar voluntarios. Excelente idea, y ojala logre los objetivos propuestos.
En el mundo de los negocios, desde hace un buen tiempo, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) se ha establecido fuertemente como tema relevante. Varias entidades se han dado cuenta que la estrategia de largo plazo que maximiza el valor de la compañía es aquella que logra conjugar su lícito objetivo de maximización de riqueza con una contribución activa, más allá de la ley, al mejoramiento social, económico y ambiental.
¿Qué hay de las personas? Cierto premio Nobel dijo que si toda la ciencia económica se tuviera que resumir en una sola palabra, ésta sería “incentivos”. Pero, ¿qué incentivos pudiera tener alguien al aceptar un impuesto voluntario, que por definición le disminuye su nivel de bienestar? La respuesta, que escapa al análisis material, apunta a la responsabilidad social que cada ciudadano debe tener no solo en tiempos de catástrofe, sino en forma permanente en orden a disminuir la pobreza ya sea mediante algún sacrificio monetario o con acciones que apunten a crear oportunidades que permitan romper el círculo vicioso en el que se encuentran las familias más vulnerables. Una persona de clase media también puede ser un filántropo.
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