https://www.elmostrador.cl/mercados/2019/11/11/el-enigma-chileno/
Separando los hechos de
vandalismo, delincuencia, falta de respeto a las autoridades, carnaval y la
utopía que las nuevas generaciones tienen respecto de conceptos económicos y
valóricos, para Vargas Llosa (La Tercera, 3 nov) lo ocurrido en Chile es un
enigma. Para don Fabio Valdés (El Mercurio, 8 nov), también. ¿La razón? Las
cifras: Chile se ha destacado por tener gran movilidad social, reducción
importante de la pobreza, el mayor PIB per cápita de Latinoamérica, un
asombroso acceso a la educación superior, y un largo etcétera. Todas cifras
positivas. De ahí el desconcierto de la queja. Porque, si bien se reconoce que
hay desigualdad –que se debe combatir- es extraño que una crisis de esa
magnitud haya explotado en la copia feliz del Edén. Ese es, en resumen, el conundrum.
En términos relativos, Chile es una joyita; un oasis.
Me gustaría complementar el
debate con dos temas.
Primero, a veces las cifras
macros son frías. O peor aún, engañosas.
En septiembre recién pasado, un mes
antes de la crisis, la canasta básica de alimentos alcanzó un valor mensual de
$43.401 por persona, la línea de pobreza un valor de $165.399 por persona
equivalente, y la línea de pobreza extrema un valor de $110.266 por persona
equivalente. Una persona que gana el sueldo mínimo no es pobre en esta
medición. Así se mide en otros lados también, es el estándar para compararse.
Pero una cosa es comparar las posiciones relativas entre países y la evolución
de estos indicadores en el tiempo, con el fin de medir avances, y otra muy
distinta es hacer gárgaras con el guarismo.
Otra cifra: el 50% de los
chilenos que trabaja, gana menos de $379.000 al mes; por hogar, el 50% de los
hogares vive con menos de $783.000 al mes. Es decir, a lo menos al 50% de los
chilenos debe hacer malabares para llegar a fin de mes. Esa es la realidad.
No dudo de la sensibilidad social de las personas citadas
anteriormente. Pero pienso que muchas veces estamos analizando los hechos (me
incluyo) sentados en un cómodo sofá.
Segundo, “EL” modelo. Defendido
por economistas serios como el impulsor de la mejoría relativa en Chile. Pero
hay que hacer una distinción entre el modelo y la implementación del modelo,
que no son lo mismo. El modelo económico -en simple, pero en estricto rigor
teórico- está constituido por una economía de mercado que posee una serie de
normas de conducta, por así decirlo, que apuntan a la eficiencia, dando lugar
al mundo privado en la producción de bienes y servicios, abierto a la
competencia externa y dejando al Estado con su rol regulador y redistributivo.
El modelo como tal no daría lugar a abusos. O por lo menos, se corrigen si se
trata de externalidades negativas.
La implementación del modelo, que
es lo que finalmente tenemos en Chile, está muy alejada del modelo teórico. Se
implementó un modelo con intereses creados, que dio lugar a transferencias
unilaterales de riqueza, a grupos de poder y decisión. En definitiva, a abusos.
Un modelo que llevó a un equilibrio mediocre, donde todo -sector privado,
gobierno y sector público, instituciones reguladoras, sistema legal- funciona a
la chilena: no tan, tan penca, pero la excelencia no existe.
Por culpa de la implementación
del modelo, que ha dado lugar a abusos y grupos de interés, se cuestiona –injustamente
tal vez- al modelo. Y más aún, no son pocos los que lo quieren reemplazar por
recetas conocidas por su amargo plato final. Como la calle no razona, el
problema no es trivial.
Pienso que no hay que mirar a
huevo el eslogan “Chile despertó”. Porque quiérase o no –esto es, independiente
de la simpatía o antipatía que nos genere- así serán los golpes de Estado del
siglo XXI. Ese es el verdadero drama.
Iván Rojas B.
No hay comentarios:
Publicar un comentario