https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/columnas/2021/07/17/casen-analfabetismo-endeudamiento-competencia-y-el-rol-de-la-cmf/
Previo a la pandemia, en Chile el
ingreso promedio de los trabajadores era $620.518 mensual; el 50% tuvo un
ingreso menor a $401.000/mes. El 14,3% de las personas ganó más de $1 millón al
mes, y solo el 1,9% superó los $3 millones mensuales. A nivel de hogar, el ingreso
promedio fue $1.214.681; el 50% de los hogares tuvo un ingreso mensual menor a
$849.434 (INE, 2019).
Expost pandemia estas cifras se
verán alteradas, probablemente. De hecho, la reciente encuesta CASEN 2020 fue
un balde agua fría: retrocedimos más de 5 años en pobreza extrema (4,3% de
pobreza extrema, peor que 2015) y casi 5 años en el porcentaje de pobres
(10,8%). En distribución del ingreso retrocedimos más de 14 años: en 2006 el
ingreso monetario del 10% más rico fue 20,1 veces el ingreso del 10% más pobre,
mientras que en 2020 el ratio aumentó a 27,4 veces; el índice de Gini también está
peor que en 2006.
Por su parte, el 59% de la
población es analfabeto financiero (UC, en base a encuesta EF 2016-2019). Note
que las preguntas de la encuesta de educación financiera son del tipo: si un
banco paga una tasa de interés de 1% compuesto mensual… ¿La tasa de interés
anual es a) 12%, b) más de 12%, c) menos de 12%? Y existe mayor analfabetismo financiero en los
hogares de menores ingresos. Un círculo vicioso.
A su vez, un 23,4% de los
deudores destina más del 40% de su ingreso mensual al pago de deudas (CMF,
2020). Con esta carga financiera mensual se clasificaría como
sobreendeudamiento. Pero como el umbral de endeudamiento sostenible depende del
nivel de ingreso (es decir, a menor ingreso, menores carga financiera y
apalancamiento sostenibles), y dado el nivel de ingresos citado en el párrafo
anterior, no hace falta llegar al 40% de carga financiera para que se produzca
un problema financiero en un hogar promedio.
En la comparación internacional, a
pesar de que el nivel de deuda de los hogares ha aumentado en los últimos años,
la deuda de los hogares como porcentaje del PIB (48% en 2018) se ha mantenido
en línea con las cifras de países de similar PIB per cápita, aunque levemente
por sobre la línea de tendencia. Si bien no es “tan” preocupante a este nivel,
no hay que olvidar que existen segmentos de los hogares cuyos indicadores son
significativamente más altos que los reflejados en mediciones basadas en
promedios o medianas.
Y un último dato antes del punch
line: la vivienda en Chile es “severamente inalcanzable”: según el índice
PIR de acceso a la vivienda, Chile tiene un puntaje de 7,6, muy superior al
índice PIR de Nueva Zelanda, Reino Unido, Canadá y EE.UU, entre otros (CChC,
2019; índice calculado en base a ingresos promedios del hogar, vivienda
promedio y cantidad de años que se demoraría en pagar un crédito). Y hablando de créditos hipotecarios, la
diferencia entre el banco más caro y el más barato puede significar varios
millones de pesos: $30,5 millones (suma lineal) que equivalen a $20,5 millones
en valor presente en un crédito de UF6.000, 20% pie, 25 años (Informe mensual
septiembre 2020 de Mimejortasa.cl).
En todo este contexto, nuestro
sistema bancario mantiene características de oligopolio, donde, como ejemplo de
muestra, solo 4 bancos concentran el 83% de las operaciones de créditos hipotecarios.
Las tasas hipotecarias, que en los últimos años han estado relativamente bajas,
podrían haber estado más bajas aún si hubiese real competencia; para qué hablar
de los créditos de consumo. Y no solo eso. El ambiente se presta para que
ocurran “cosas raras”: bancos subestiman el costo efectivo para el cliente al calcular
mal la Carga Anual Equivalente (CAE), créditos cuyo costo final bien calculado
supera la Tasa Máxima Convencional, simuladores web que inducen a error a no
mostrar todos los gastos operacionales del crédito, y la CMF -que absorbió a la
otrora SBIF- no dice ni pío y, además, no mantiene actualizada toda la
información relevante... por mencionar solo cuatro ejemplos que bien pueden dar
para escribir una columna posterior.
Tres áreas en las cuales la CMF
debería llevar la delantera en forma activa: a) mantener la información
relevante en forma clara, entendible, correcta y actualizada; b) fomentar una
educación financiera de verdad en los colegios (a lo menos desde 7° básico)
como parte de la malla curricular formal; c) fomentar la competencia en el
mercado del crédito abriendo las fronteras a oferentes externos.
Entonces, propongo que la CMF en
octubre, el mes de la Educación Financiera, además de hacer los típicos
concursos y actividades para la foto en las páginas sociales, entregue a la
ciudadanía un plan para abordar los tres objetivos anteriores. Quedan dos meses
y medio.
Si la CMF hace eso, no solo será
un actor relevante en combatir el analfabetismo financiero, sino que también “se
pondría a tono” con los tiempos actuales. Yo sería el primer hincha de una
CMF 2.0 (pero que también vea el temita de las compañías de seguros y las
rentas vitalicias).
Iván Rojas B.
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