https://www.elmostrador.cl/destacado/2021/11/15/se-ha-esfumado-el-sueno-de-la-casa-propia/
¿Se ha esfumado el sueño de la casa propia?
La casa propia
es quizás una de las metas económicas
más importantes a la que toda familia apunta lograr, ojalá lo más temprano
posible dentro de su “ciclo de vida”. Para las personas de clase media, esto
solo es posible mediante el crédito hipotecario. El desarrollo del mercado de
capitales ha sido fundamental en lo anterior, y Chile ha sido un ejemplo para
la región –hasta ahora- en este punto.
En los últimos meses
hemos visto que las tasas han subido drásticamente y las condiciones del
crédito se han puesto más estrictas. El Banco Central recientemente ha
señalado, por ejemplo, que en el caso de los créditos hipotecarios, los plazos
y la proporción del pago al contado han retornado a niveles observados 20 años
atrás.
En esta columna me
permito aportar algunos antecedentes que estimo pudieran ser útiles para el
diagnóstico del fenómeno.
En primer lugar, el
nivel de tasas actual (nov 2021) ronda UF+5% anual. En los primeros 10 meses de
este año, el costo final para el cliente ha aumentado en más de 200 puntos base.
El nivel actual de tasas estaría similar al observado en diciembre 2011, cuando
la tasa de interés corriente para operaciones en UF, de montos superiores a UF 2.000,
fue UF+4,98% anual. Así que el aumento de la tasa de interés, por sí solo, si
bien ha significado un mayor impacto en el dividendo mensual y hemos vuelto a
los niveles de hace 10 años, no diríamos que está en niveles trágicos. ¿Había
pánico en 2011? Mi primer crédito hipotecario lo obtuve en 2006, año en que la
tasa promedio fue UF+5,45% anual… y no recuerdo haber hecho ningún escándalo.
Reconozco que el análisis
anterior está incompleto. Pero no deja de ser útil para evaluar las cosas en su
justa medida. Nunca está demás un ceteris
paribus, especialmente por la forma y tono catastrofista en que se emite la
información y luego se divulga los titulares.
No olvide que el 59% de la población chilena es analfabeto financiero (UC,
en base a encuesta EF 2016-2019).
Sigamos. Al agregar
otras variables que los bancos han ajustado, se refuerza el efecto adverso para
el consumidor. En mi opinión, la variable que mayor impacto negativo ha tenido
es la reducción del plazo del crédito. Ya no existen los créditos a 30 años. La
norma actual es 20 años. Incluso algunos bancos importantes ajustaron los
plazos a un máximo de 15 años.
Consideremos lo
siguiente. Previo a la pandemia, el ingreso promedio de los trabajadores
chilenos era $620.518 mensual; el 50% tuvo un ingreso menor a $401.000 mensual.
El 14,3% de las personas ganó más de $1 millón al mes, y solo el 1,9% superó
los $3 millones mensuales. A nivel de hogar, el ingreso promedio fue
$1.214.681; el 50% de los hogares tuvo un ingreso mensual menor a $849.434
(INE, 2019). Con pandemia, las cifras actuales probablemente sean peores.
Supongamos que un
hogar tiene un ingreso formal mensual de $1.200.000 y tiene cero deudas. El
supuesto de hogar sin deudas es muy generoso y lo hago solo para reforzar el
efecto explicativo del ejercicio y su conclusión, porque la verdad, dicho sea
de paso, es que un 23,4% de los deudores destina más del 40% de su ingreso
mensual al pago de deudas (CMF, 2020). Supongamos ahora que un banco acepta
dicho ingreso familiar (crédito con codeudor) y permite una carga financiera
máxima del 30% del ingreso mensual, es decir, permite máximo un dividendo de
$360.000 (olvídese en este ejemplo simple de los seguros). ¿A qué vivienda podría
optar esta familia? Para un plazo de 20 años y a una tasa de UF+5% anual, el
banco le prestaría como máximo UF 1.788. Si el banco le exige como mínimo un
20% de pie, estaríamos hablando que, en las condiciones actuales, la familia de este ejercicio podría optar –en
el mejor de los casos- a comprar una vivienda de máximo UF 2.236. ¿Y qué oferta
disponible hay por ese precio?
Otro ejercicio:
supongamos que una persona gana $3 millones mensuales, y no tiene deudas. El
banco aceptaría un dividendo máximo de $900.000 (carga financiera máxima del
30% del ingreso mensual). ¿A qué vivienda podría optar esta persona? Para un
plazo de 20 años y a una tasa de UF+5% anual, el banco le prestaría como máximo
UF 4.471. Si el banco le exige como mínimo un 20% de pie, estaríamos hablando
que podría optar a comprar una vivienda de UF 5.581 máximo. Como podrá ver, no
se trata de una “gran vivienda”. Y solo el 1,9% de los chilenos gana más de $3
millones mensuales (INE, 2019).
Conozco el caso real
de una persona con PhD, con cero deudas, que quería comprar una vivienda (1°
hipotecario) de UF 4.800, con UF 1.000 de pie, y el banco la rechazó porque el
dividendo resultante (33% del ingreso mensual sin bonos; 29% del ingreso
mensual con bonos) excedía la carga financiera máxima permitida.
La vivienda en Chile
es “severamente inalcanzable”: según el índice PIR de acceso a la vivienda,
Chile tiene un puntaje de 7,6, muy superior al índice PIR de Nueva Zelanda,
Reino Unido, Canadá y EE.UU, entre otros (CChC, 2019; índice calculado en base
a ingresos promedios del hogar, vivienda promedio y cantidad de años que se
demoraría en pagar un crédito). Y en la actualidad, parece más inalcanzable
aún. Hoy, el producto crédito hipotecario está restringido a un porcentaje de
la población de ingresos medios-altos. A eso, agréguese el valor de las
viviendas. Probablemente exista toda una generación de treintones y cuarentones
viviendo con los papás. El plan B -el arriendo- también seguirá experimentando ajustes
al alza.
Sin embargo, a pesar
de este sombrío panorama, quizás la recuperación de las mejores condiciones del
crédito no está tan lejos. En 2022 nos llevaremos varias sorpresas con las
cifras de crecimiento. Y probablemente los mayores plazos en los créditos hipotecarios
retornen antes que las tasas vuelvan a bajar.
Como conclusión al
margen, y dada la importancia del mercado de capitales, sería bueno discutir en
serio una apertura real al mercado internacional del crédito. Y que el oligopolio
chilensis compita en las grandes
ligas. Competencia de verdad, con una nueva función de producción que permite
otorgar servicios a costos cada vez más bajos. Las tasas han subido, es cierto,
pero no estarían en el nivel en el que están si la competencia se hubiese abordado
desde hace por lo menos 10 años atrás. Competencia desde el punto de vista
económico y no del marketing, valga la aclaración, a riesgo de parecer
repetitivo e insistente.
Iván Rojas B.
No hay comentarios:
Publicar un comentario