https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/columnas/2025/08/07/caso-australis-donde-esta-la-cmf/
El caso Australis es digno de análisis porque
refleja que se nos pasan elefantes caminando enfrente de nuestras narices y no
nos damos cuenta.
Antes del análisis, un poco de contexto. El
empresario chileno Isidoro Quiroga vendió a la compañía china Joyvio la
salmonera Australis en US$ 921 millones en 2019, y en ese proceso, los chinos
alegaron que en el due
diligence y a la hora de negociar la
compraventa se les ocultaron graves problemas
de sobreproducción de salmón, con el fin de alcanzar un precio más alto, y dijeron ser
víctimas de una estafa. Los chinos pedían deshacer la venta y que se les
devuelva lo pagado más US$ 300 millones en daños. Señalaron que la
sobreproducción sistemática fue para justificar los múltiplos de valorización
de la compañía que terminaron pagando; sin sobreproducción –dijeron-, la
empresa valdría la mitad de lo que se pagó. Por su parte, la versión chilena
del cuento planteaba que los chinos estaban al tanto de dicha “iregularidad”, la
cual habría sido informada.
Recientemente, un tribunal arbitral rechazó anular el contrato y descartó dolo, pero condenó
a Quiroga y su familia a restituir parte del precio por sobrevaloración y pagar
casi US$ 300 millones a Joyvio, dueña de Australis, por entregarle información
incompleta en la venta de la salmonera. La sentencia es la mayor en la
historia arbitral chilena.
El tribunal dio por acreditada la sobreproducción de salmones. Quiroga
niega los cargos y su defensa intentará anular dicha
sentencia.
La discusión legal que viene tiene que ver con plata,
evidentemente, y tecnicismos: determinar si la sentencia corresponde a una
indemnización o a una compensación, ya que dependiendo de ello se aplicarían
cláusulas distintas en el contrato original, y el monto puede variar
considerablemente. Mientras tanto, el taxímetro de los abogados sigue
corriendo.
En definitiva, este caso se ha centrado en
determinar si los chinos sabían o no sabían de esta ilegalidad, y no en la ilegalidad
en sí. La sobreproducción, que es el meollo y origen del asunto, hasta ahora se
ha centrado como un problema ambiental, y ha dado origen a importantes multas
de la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA). Pero nada se ha hablado de la
infracción a la Ley de Valores (Australis es una empresa que se transaba en
bolsa antes de esta transacción).
Estamos hablando de una sobreproducción de 50%
en varios años. El potencial de cosecha de los 47 sitios de Australis era de
117.000 toneladas por año, mientras que la cosecha autorizada era de tan solo
72.000 toneladas por año. La pregunta que debería centrar la discusión es:
¿nadie se dio cuenta? Qué raro. Se pudieron producir, transportar y exportar
decenas de miles de toneladas en exceso (y millones y millones de dólares de
diferencia) y nadie vio nada, nadie dijo nada, nadie supo nada. Ni aduanas, ni
el SII, ni la CMF, ni los auditores, ni analistas, ni las estadísticas de
comercio exterior llamaron la atención… qué raro. Ni el PxQ en los análisis
llamó la atención. Pasó piola.
A Australis nunca “la pillaron” realmente; se
autodenunció.
Me quiero centrar en la Ley de Valores. La CMF
no ha dicho nada. No se registran sanciones formales impuestas por la CMF
contra Australis en el período 2015–2025, según los registros oficiales.
Tampoco se han informado procedimientos sancionatorios vigentes en el mismo
período.
Entonces, una sociedad anónima abierta en
bolsa, que envió sus estados financieros “cumpliendo” en apariencia con la
normativa vigente y pasando el visto bueno de los auditores, pero que en su
origen las cifras tienen un pequeño detallito: son fruto de una grave
infracción a la normativa ambiental… ¿no es competencia de la CMF? Veamos.
La Ley de Mercado de Valores (Ley 18045), en su Art. 9
señala que el emisor debe “divulgar en forma veraz, suficiente y oportuna toda
información esencial respecto de sí mismo, de los valores ofrecidos y de la
oferta. Se entiende por información esencial aquella que un hombre juicioso
consideraría importante para sus decisiones sobre inversión”. El Art. 10 es más
claro aún respecto del caso Australis, ya que exige a las instituciones que
deben entregar información veraz “referida a los impactos ambientales y de
cambio climático de las entidades inscritas, incluyendo la identificación,
evaluación y gestión de los riesgos relacionados con esos factores, junto a las
correspondientes métricas. La Comisión deberá especificar la forma, la
publicidad y la periodicidad de la información a entregar por parte de las
entidades inscritas, la que al menos será anual. En la elaboración de la citada
normativa, la Comisión considerará estándares o recomendaciones nacionales o
internacionales sobre la materia”.
El Artículo 59 de la Ley 18.045 señala las
sanciones de entregar información falsa al mercado. Los estados financieros de
Australis evidenciaron una situación financiera de la compañía que operaba
fuera de la norma ambiental, una situación real pero falsa para un
inversionista (y acreedor) que tomó sus decisiones basándose en el desarrollo
de equilibrio en el mediano y largo plazo de la compañía y que compró acciones
(o prestó plata) cuando ésta se transaba en bolsa. El caso Australis tiene eso
de especial. Y uno pediría a la CMF una rigurosidad analítica que fuera más
allá de un análisis somero del cumplimiento de la normativa respecto de los
estados financieros de Australis, porque en este caso efectivamente hubo daño
al mercado de valores que va al corazón de la fe pública. Y este daño es tanto o
más importante que el conflicto Quiroga-Joyvio, y apunta a la esencia del
quehacer de la CMF.
En 1837, en danés Hans Christian Andersen
escribió la fábula El traje nuevo del
emperador. La historia trata sobre un emperador que es engañado por dos
tejedores para creer que le están confeccionando un traje mágico invisible para
los tontos y los ineptos. La gente de la corte, temiendo parecer tontos,
elogia el traje inexistente. Finalmente, un inocente niño grita que el rey
está desnudo, lo que lleva a todos a admitir la verdad. Ya es hora de que
alguien le diga a la CMF que el rey está desnudo.
Iván Rojas B.