lunes, 15 de junio de 2009

Credit-card crunch


Recientemente el senado norteamericano aprobó -¡con 95% de los votos a favor!- una reforma a la industria de tarjetas de crédito, cuyo objetivo, entre otros, es terminar con prácticas que resultan en un “brusco” aumento en las tasas de interés. Probablemente esto tenga alguna relación con la preocupación de la autoridad ante el aumento que anotaron las tasas de las tarjetas de crédito nuevas el mes pasado desde, oiga bien, un 13% a un 14% anual.

Así, y entre otras obligaciones, los emisores de tarjetas deberán explicar al consumidor en plain English (lenguaje sencillo) todos los costos implícitos que conlleva el uso de su tarjeta de crédito. No debería sorprendernos que pronto se llegue al concepto de APR (Annual Percentage Rate) que se informa, por ejemplo, en los créditos bancarios en el mismo país, y que es EL indicador clave para decidir qué crédito es más barato.

Es interesante notar que en el mercado de capitales más competitivo del mundo aún se siguen buscando pautas para perfeccionarse. ¿Y cómo andamos por casa? “Malena canta el tango”, diría mi abuelo. En abril de este año, la tasa promedio de las tarjetas de créditos bancarias fue 49,33% anual; en marzo, la tasa promedio de las tarjetas de casas comerciales fue 57% anual para un avance en efectivo. Y todo lo anterior, sin sumar comisiones ni otros gastos asociados.

El spread implícito excede cualquier consideración de riesgo que pueda existir. Mi último estado de cuenta dice que la tasa para el próximo período es de 4,42% mensual en el crédito rotativo, es decir, un 53% anual simple o 68% anual compuesto… ¡Y eso que es una cuenta VIP! A propósito, la Tasa Máxima Convencional (TMC) vigente es 54%.

Por otra parte, la información proporcionada en los estados de cuenta no es de las mejores. ¿Lo ha tratado de cuadrar con sus registros personales? ¿Se ha llevado sorpresas?, o peor aún, ¿sabe cuánto es la tasa final que Ud. paga, si se agregan los costos de administración, comisiones y otros cargos? Nos pasamos de la TMC.

Copiemos lo bueno: una legislación que obligue a todas las instituciones financieras y casas comerciales a informar el costo final que sus créditos tienen para el consumidor. Con esta tasa all in, fácil de entender (plain Spanish) y comparar, la gente sería su propio Sernac o Superintendencia. Información es poder.

The Economist informó lo que ocurrió en Estados Unidos bajo el título “Credit-card crunch”… imagínese qué título pondría si supiera la realidad criolla.

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