Hace algunas semanas, la revista Fortune publicó los 10 hombres de negocio de menos de 40 años que tienen más futuro. De la distinguida lista, cinco son personas vinculadas a la industria de la tecnología: Google, Facebook, Twitter, Hulu y AOL, cuyo promedio de edad es 34 años.
Es “sorprendente” como el espíritu empresarial se potencia en Estados Unidos: hace poco más de 10 años no existía Google, y hoy vale USD197.000 millones, más que la suma de todas las empresas del IPSA; hace 3 años Twitter era sólo una idea, y hoy ha sido valorizada en USD1.000 millones, más de lo que vale en bolsa AFP Cuprum, Gasco o Fasa… y todavía no genera un dólar de ingreso.
¿Y en Chile? Si revisamos las principales empresas del país vemos que muchas tienen más años que sus propios dirigentes, cuya edad media excede las cinco décadas. ¿Cuántas empresas chilenas con menos de 10 años de vida conoce Ud. que se hayan destacado y alcanzado un volumen importante como para abrirse a la bolsa? ¿Cuántos empresarios chilenos “nuevos” -del tipo Wenceslao Casares, no “hijos de”, ni tampoco ejecutivos- puede nombrar?
El ejercicio no deja de ser interesante y algo debería decirnos sobre el espíritu empresarial local. ¿Menor capacidad en Chile para hacer nuevos negocios? En una de esas es la variable que menos explicaría el fenómeno. Probablemente el factor más relevante es la dinámica corporativista que con los años se ha dado en Chile, que ha limitado la competencia. Una efectiva barrera de entrada que incluso muchas veces ha tenido el respaldo de las autoridades. Por mencionar algunas: cuotas de pesca, bandas de precio, tarifas reguladas, tasa máxima convencional, etc… Caldo de cultivo para la gestación de carteles, no necesariamente en el sentido de acuerdos explícitos entre cuatro paredes, pero sí en establecer precios de equilibrio que distan mucho de los que habría en competencia. Para qué hablar del doble mercado de capitales que existe en Chile: por un lado, el competitivo (donde se hacen IPO´s, OPA´s, las empresas locales emiten bonos con bajísimos spreads, se desarrollan los Huaso Bonds, existen los créditos sindicados, entre otros servicios) y, por otro, aquel mercado donde las puertas que toca el agricultor de Santa Cruz, la ferretería de la esquina o un universitario recién egresado con ganas de emprender, no son las equivalentes a las que tiene disponible una empresa categoría Ipsa. “El riesgo es distinto”, probablemente dirán. ¿Es eso realmente, o la carencia de competencia en este segundo mercado?
Chile ya es parte de la OECD. La vara de medición ahora es otra. El desafío del próximo Presidente debería ser, si quiere dejar una huella en la historia, agregar competencia en todos los mercados, y especialmente el mercado de capitales, dada su importancia. Alterar el status quo y mover el piso de la cómoda y rentable inercia despertaría a los Larry Page, Mark Zuckerberg y Steve Jobs criollos… un verdadero recambio generacional.
Es “sorprendente” como el espíritu empresarial se potencia en Estados Unidos: hace poco más de 10 años no existía Google, y hoy vale USD197.000 millones, más que la suma de todas las empresas del IPSA; hace 3 años Twitter era sólo una idea, y hoy ha sido valorizada en USD1.000 millones, más de lo que vale en bolsa AFP Cuprum, Gasco o Fasa… y todavía no genera un dólar de ingreso.
¿Y en Chile? Si revisamos las principales empresas del país vemos que muchas tienen más años que sus propios dirigentes, cuya edad media excede las cinco décadas. ¿Cuántas empresas chilenas con menos de 10 años de vida conoce Ud. que se hayan destacado y alcanzado un volumen importante como para abrirse a la bolsa? ¿Cuántos empresarios chilenos “nuevos” -del tipo Wenceslao Casares, no “hijos de”, ni tampoco ejecutivos- puede nombrar?
El ejercicio no deja de ser interesante y algo debería decirnos sobre el espíritu empresarial local. ¿Menor capacidad en Chile para hacer nuevos negocios? En una de esas es la variable que menos explicaría el fenómeno. Probablemente el factor más relevante es la dinámica corporativista que con los años se ha dado en Chile, que ha limitado la competencia. Una efectiva barrera de entrada que incluso muchas veces ha tenido el respaldo de las autoridades. Por mencionar algunas: cuotas de pesca, bandas de precio, tarifas reguladas, tasa máxima convencional, etc… Caldo de cultivo para la gestación de carteles, no necesariamente en el sentido de acuerdos explícitos entre cuatro paredes, pero sí en establecer precios de equilibrio que distan mucho de los que habría en competencia. Para qué hablar del doble mercado de capitales que existe en Chile: por un lado, el competitivo (donde se hacen IPO´s, OPA´s, las empresas locales emiten bonos con bajísimos spreads, se desarrollan los Huaso Bonds, existen los créditos sindicados, entre otros servicios) y, por otro, aquel mercado donde las puertas que toca el agricultor de Santa Cruz, la ferretería de la esquina o un universitario recién egresado con ganas de emprender, no son las equivalentes a las que tiene disponible una empresa categoría Ipsa. “El riesgo es distinto”, probablemente dirán. ¿Es eso realmente, o la carencia de competencia en este segundo mercado?
Chile ya es parte de la OECD. La vara de medición ahora es otra. El desafío del próximo Presidente debería ser, si quiere dejar una huella en la historia, agregar competencia en todos los mercados, y especialmente el mercado de capitales, dada su importancia. Alterar el status quo y mover el piso de la cómoda y rentable inercia despertaría a los Larry Page, Mark Zuckerberg y Steve Jobs criollos… un verdadero recambio generacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario