La reciente victoria de la Derecha ha dado lugar a una serie de análisis y comentarios. Una tesis interesante es si dicha victoria se podría haber producido con Augusto Pinochet vivo, con cierto grado de influencia o por lo menos alguna actividad en ciertos círculos públicos.
¿Por qué? Porque parte importante de la campaña del oficialismo se centró en destacar el pasado y de cómo la derecha fue parte de la dictadura. De hecho, al referirse a la oposición como “la derecha”, casi siempre había cierto grado de ironía, por decirlo en tono suave. Baste sólo recordar la premisa de que “no votar por Frei equivalía a votar por la derecha”.
En ese sentido, la victoria de Sebastián Piñera probablemente tiene el mérito de haber logrado disminuir en parte este estigma. Ahora, el escenario de las discusiones será otro.
Ya prácticamente nadie de las más altas esferas intelectuales defiende el comunismo como sistema económico central. El capitalismo, aunque a algunos todavía les cuesta reconocer, se ha impuesto como el sistema económico que da más opciones para que un país alcance el desarrollo. Sin duda que hay matices. Dicho lo anterior, la discusión de los próximos años en Chile no será sobre “qué hacer”. En esencia, los 20 años de gobiernos de la Concertación no cambiaron el “modelo” en forma sustancial, más bien, lo pulieron. Hoy, la hoja de ruta está más o menos clara. Lo que es más tenue son los valores con los cuales queremos construir nuestra sociedad. Y ahí hay grandes diferencias. Por una parte, la “derecha” como tal defenderá los valores más conservadores, mientras que la actual Concertación y la izquierda abogarán por aquéllos más liberales. En este contexto, temas como políticas globales de manejo económico pasarán a segundo plano; Pero prevalecerán temas como la píldora del día después, el aborto, el “matrimonio” homosexual, etc.
Si el gobierno de Sebastián Piñera logra 1) avances importantes en materia económica y social, 2) concretar la idea de establecer un gobierno inclusivo, donde incorpore a buenos elementos de la Concertación y 3) establecer aunque sea una imperfecta democracia de los acuerdos, la discusión sobre derecha e izquierda quedará reducida a las tertulias de los nostálgicos del pasado.
¿Por qué? Porque parte importante de la campaña del oficialismo se centró en destacar el pasado y de cómo la derecha fue parte de la dictadura. De hecho, al referirse a la oposición como “la derecha”, casi siempre había cierto grado de ironía, por decirlo en tono suave. Baste sólo recordar la premisa de que “no votar por Frei equivalía a votar por la derecha”.
En ese sentido, la victoria de Sebastián Piñera probablemente tiene el mérito de haber logrado disminuir en parte este estigma. Ahora, el escenario de las discusiones será otro.
Ya prácticamente nadie de las más altas esferas intelectuales defiende el comunismo como sistema económico central. El capitalismo, aunque a algunos todavía les cuesta reconocer, se ha impuesto como el sistema económico que da más opciones para que un país alcance el desarrollo. Sin duda que hay matices. Dicho lo anterior, la discusión de los próximos años en Chile no será sobre “qué hacer”. En esencia, los 20 años de gobiernos de la Concertación no cambiaron el “modelo” en forma sustancial, más bien, lo pulieron. Hoy, la hoja de ruta está más o menos clara. Lo que es más tenue son los valores con los cuales queremos construir nuestra sociedad. Y ahí hay grandes diferencias. Por una parte, la “derecha” como tal defenderá los valores más conservadores, mientras que la actual Concertación y la izquierda abogarán por aquéllos más liberales. En este contexto, temas como políticas globales de manejo económico pasarán a segundo plano; Pero prevalecerán temas como la píldora del día después, el aborto, el “matrimonio” homosexual, etc.
Si el gobierno de Sebastián Piñera logra 1) avances importantes en materia económica y social, 2) concretar la idea de establecer un gobierno inclusivo, donde incorpore a buenos elementos de la Concertación y 3) establecer aunque sea una imperfecta democracia de los acuerdos, la discusión sobre derecha e izquierda quedará reducida a las tertulias de los nostálgicos del pasado.
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