El columnista D’Artagnan ha manifestado
en varias columnas que nuestro modelo de desarrollo está capturado por
intereses creados en todas las áreas y donde todo está en un perfecto
equilibrio mediocre, convirtiéndose en una implementación degenerativa del
modelo original. Ser revolucionario y romper esquemas –dice- va en contra de la
subsistencia propia del modelo.
En este equilibrio mediocre, los medios
de comunicación juegan un importante papel al (des)informar convenientemente
hechos relevantes. Con pocas excepciones, y especialmente dado el grado de
concentración y relación con el mundo de los negocios, la muralla china entre
la línea editorial y la línea comercial es más bien un corralito para infantes.
Lo peor es que como todo funciona “más
o menos bien”, lo anterior no es “tan evidente”; porque en estricto rigor sí se
informa, pero cuando la noticia pudiera enojar a gente relacionada (llámese
clientes importantes), ésta se “suaviza”, disimula en una caluga pequeña que
nadie lee, y no se habla más del tema. Y los pocos audaces que sí informan,
pronto reciben llamados o ven reducidos sus ingresos por publicidad. Las
agencias hacen su pega. Una elegante forma de presionar.
Los casos Arcano y AC Inversions, por
ejemplo, son dignos se señalar. Páginas y páginas repetitivas, una y otra vez;
pero cuando se trata de un “compadre”, el énfasis es totalmente diferente, incluso
el timing cambia, al informar cuando
ya no queda otra. Y algunas veces simplemente la información es sesgada,
parcial o induce a error.
Una forma de abordar el grado de
concentración en el mercado de los medios de comunicación y sus evidentes conflictos
de interés es designar en un ente independiente que informe la matriz
publicidad-empresas-medios y determinar inconsistencias entre el tiraje de un
medio (audiencia, visitas, etc.) y la publicidad que una determinada empresa o
grupo contrata en él.
¿Está libre un grupo económico,
empresa, agencia publicitaria o el Estado, de contratar publicidad en los
medios que ellos quieran, vetando a algunos por las razones que sean? En un
mercado perfecto sí, porque tal “discriminación” sería parte normal del poder
negociador entre las partes y no alteraría mayormente el mercado; en un mercado
imperfecto –como el nuestro-, no. Ni siquiera es válido no contratar o quitar
publicidad a un determinado medio cuando su línea editorial no es del agrado
del avisador. Tal discriminación no sólo sería un abuso de posición dominante
en el mercado del avisaje publicitario, sino que “fomentaría” la poca
transparencia en todos los mercados, toda vez que dicha presión sirve para
acallar –y quizás eliminar- al incómodo
informador. El diario de Condorito no podría subsistir en Chile.
Un avisador relevante, entonces,
debería estar obligado a distribuir proporcionalmente su gasto en publicitad en
un abanico de medios, sin discriminar. La SVS, por su parte, debería exigir a
las empresas que informen claramente dicha matriz. Y no estaría mal que la FNE
metiera sus narices de vez en cuando.
Cuando no hay competencia por las
buenas, se debe regular la cosa. La idea planteada, sin duda, puede ser perfectible,
pero es un buen comienzo para romper este dañino muro del silencio.
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