https://www.elmostrador.cl/destacado/2021/03/17/la-paradoja-de-los-retiros-del-10-de-las-afp/
En economía, la paradoja del ahorro -también conocida como la paradoja de la austeridad o de la frugalidad-, señala que si todos empiezan a ahorrar en una recesión, ceteris paribus, al final terminarán ahorrando menos. Esta teoría keynesiana explica este fenómeno aparentemente ilógico señalando que el mayor ahorro reduce el consumo presente y, en consecuencia, reduce el producto; a nivel agregado, el menor producto aumenta el desempleo, lo cual genera menores ingresos a las familias, las cuales consumen menos (ahorran más), generando, a su vez, menor producto, y así sucesivamente… cada vez un menor nivel de renta significa un menor nivel agregado de ahorro. Esta teoría se puede interpretar como un efecto bola de nieve donde al final todos terminan peor.
Algo parecido podría ocurrir con
los retiros del 10% de las AFP. En conversaciones informales y de pasillo,
varias personas, en diferentes ocasiones y circunstancias, me han planteado que
una de las razones por las cuales han optado por retirar su 10% ha sido que
prefieren sacar su plata antes de que
el sistema de capitalización individual esté inactivo o simplemente sea
reemplazado por un sistema de reparto 2.0. Al margen de que estas opiniones
sean o no estadísticamente representativas, llama la atención el razonamiento
detrás, que es más práctico que elocuente: se visualiza una amenaza de
considerable magnitud al principal pilar del sistema de pensiones actual, donde
prefieren “asegurarse” y retirar todo lo que sea posible. No deja de ser
curioso que los que opinan así son, por clasificarlos de alguna manera,
“defensores” del sistema de capitalización individual.
Similar a la paradoja del ahorro,
si todos pensaran así, y ante la posibilidad de un tercer, cuarto o quinto
retiro, estaríamos frente a una -permítanme bautizarla- “Paradoja del retiro de
las AFP”, donde lo que le conviene a una persona en forma individual atenta
contra la subsistencia del propio sistema, acelerando incluso su fecha de
vencimientos o, por lo menos, haciéndola más real y concreta.
Cuando se planteó el primer
retiro del 10% de la cuenta de la AFP, señalé en una columna en este mismo
medio: “¿Por qué el 10% del fondo? ¿Bajo qué causales? ¿Quién determinaría
dichas causales? ¿Cuántas veces se podrá retirar fondos durante la vida
laboral? ¿Cuál sería el tope?”. Y vea usted lo que ha pasado, quién diría que
íbamos a estar discutiendo el tercer retiro en menos de 1 año. Como dicen en el
campo: “la cueca en pelotas” ¿Qué pasará
cuando en 10 años más venga otra crisis?
Al margen del show de los retiros, la situación actual
apunta a que la reforma al sistema de pensiones girará en torno a “garantizar
el derecho a una pensión digna”. Y en este imbatible eslogan, la discusión técnica
pasará a un segundo plano.
El principal responsable de poner
en jaque al actual sistema de pensiones, en mi opinión, no son los que están en
contra de él, sino sus propios defensores. También lo he señalado latamente en
este mismo medio: entre otras cosas, usaron retornos esperados en sus
proyecciones sin contar el cuento completo, hicieron promesas implícitas de
tasas de reemplazo bajo supuestos que se escapan al Equivalente Cierto,
prometen rentas vitalicias (que son parte del sistema de pensiones) compañías
de seguros quebradas económicamente y que subsisten al amparo del oxígeno que
la Autoridad les da al permitirles una ficción contable para registrar en sus
balances pasivos subvalorados económicamente. Pobres pensionados cuando caiga
la primera compañía de seguros y les diga que deberá recortar su ya escuálida
renta vitalicia. El dominó no lo parará nadie.
En definitiva, se diseñó un
sistema que no opera en ambiente de seguridad máxima, que es lo mínimo que se
debe pedir a un sistema de pensiones. Priorizaron un retorno sujeto a riesgo
para vender la pomada, y echaron a
perder una buena idea que permitía reemplazar el sistema de reparto y aliviar
las finanzas del Estado. Y la guinda de la torta: ningunearon a todos los que
se oponían al sistema actual, que si bien técnicamente casi todo lo que
hablaban eran puras cabezas de pescado,
no hay que minimizar al adversario y por sobre todo su marketing y habilidad de
persuadir a las masas. Nunca.
Hay que entender que hace rato la
discusión dejó de ser técnica y las armas son otras. Sincerar el cuento y no
seguir defendiendo lo indefendible. Sin ningún retiro, igual las pensiones iban
a ser bajas, muy bajas, aun si cotizaran el 100% del tiempo durante décadas; con
el promedio de sueldo chileno no se alcanza a acumular un monto tal que permita
obtener una pensión que exceda en forma significativa la Pensión Básica
Solidaria (PBS), que de cierta forma está “asegurada”. La realidad de los bajos
sueldos genera implícitamente el dilema de la indiferencia: en el extremo, para
sueldos bajos, daría lo mismo el monto a ahorrar, porque el resultado será más
o menos el mismo: una pensión equivalente a la PBS o un poco más. Hay que
entender que el problema de las pensiones es un tema esencialmente demográfico
y que el mercado de capitales está para ayudar en lo que puede, pero está lejos
de ser una solución integral.
Libertad, la clave para salvar el
sistema.
Repito lo señalado en una columna
anterior: “La única forma de salvar el sistema de capitalización individual es
dejarlo como un medio para adicionar un monto extra a una nueva PBS pagada sin
ahorro. Las personas deberían tener la libertad de aportar un sugerido 10% (o
más si desean), y también la libertad de hacer los retiros por el monto que
quieran y cuando quieran, con o sin crisis, con plena conciencia que si ahorró
poco o retiró todo o parte de la plata ahorrada, tendrá poco que agregar a la
PBS, y en el extremo, agregará $0”. Y sin llorar.
En todo sistema económico, antes de
depositar “las lucas”, se deposita la confianza. Y ahí, el sistema de
capitalización individual está al debe. Si se le quiere salvar, es necesario legitimarlo
ante la sociedad, y para ello los defensores del modelo deben dejar su soberbia
y aceptar que la creatura que adoraban está llena de imperfecciones endógenas.
Quizás aún hay tiempo.
Iván Rojas B.
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