El (supuesto) padre del modelo actual de pensiones perdió una oportunidad de oro para defender a su creatura. Más que el fondo de lo tratado en la entrevista aquélla -que no fue mucho-, fueron el tono, las palabras y ejemplos poco afortunados los que le hicieron un flaco favor al sistema de pensiones, que había que defender, polarizando aún más el debate. No hay nada de malo en hablar duro, al contrario, a veces es necesario, pero la insensibilidad social reflejada se tragó a la amistad cívica. Si ya era difícil, “hacer ver” a la muchedumbre que su mísera pensión se debe a que “no le echó suficiente bencina al Mercedes"-responsabilidad que exime al sistema de pensiones, que justamente fue diseñado con este input necesario y no hace magia- ahora dicha labor educacional es simplemente imposible.
El debate actual dejó de ser técnico-racional y, en consecuencia, no se trata de exponer las bondades del sistema actual versus el de reparto. Va más allá de consideraciones económicas. En un ambiente en que la ciudadanía exige un derecho que ya asume adquirido (cosa no muy buena para debate técnico), se deberá repensar -filosóficamente, por decirlo así- el sistema de pensiones: qué pensión mínima queremos garantizar, cuál será el rol del Estado, qué se le exigirá a la gente y, por supuesto, quién y cómo se paga la cuenta todos los meses.
Entonces, dejando la chimuchinasabrosa de los últimos eventos, hablemos en serio. Más allá de las trivialidades de aumentar la edad de jubilación, aumentar el aporte mensual, fortalecer el mercado laboral para disminuir las lagunas previsionales, crear una AFP estatal que agregue competencia, que “se pongan” los empleadores en cotización adicional y también paguen ellos las comisiones (aquí un breve paréntesis: ¿se han preguntado que una cosa es quién pague y otra cosa es sobre quién recae el “impuesto”, y que lo que realmente importa es sobre quién recaerá esta mayor cotización, lo que estará determinado por las elasticidades de oferta y demanda de trabajo?).
Pongamos el dedo en la llaga y hablemos de los temas de verdad, todo con amistad cívica y tratando de ponerle el cascabel al gato.
Primero: Hacer proyecciones de valores futuros, aunque estén sujetos al cumplimiento de determinados parámetros, tiene el peligro de convertirse en una promesa implícita. Promesa arraigada en la ciudadanía, quiérase o no. Tratar de hacer entrar en razón a las masas es, a esta altura, un ejercicio que no conduce a ninguna parte.
Segundo: Hacer proyecciones usando retornos esperados a secas tiene un riesgo asociado y, por lo tanto, si bien puede ser el escenario más probable que se dé (aunque la evidencia muestra que no hay que creerle mucho a los expertos), hay alguna probabilidad de perder. Esto es, terminar con un monto acumulado que puede ser menor a la suma lineal de los aportes en el tiempo. Por muy baja que sea esta probabilidad, por tratarse de platas de terceros ahorradas para la jubilación, es un deber moral informarla claramente al afiliado. Y aquí un tema de fondo: con la película completa, ¿estará de acuerdo el afiliado en asumir algún riesgo con sus ahorros para la jubilación, o preferiría asegurarse y tener todo en renta fija? La pregunta es válida y va más allá de la elección de los multifondos; tiene que ver con el diseño del modelo de pensiones, tiene que ver con que si el modelo debe permitir que ahorros destinados a jubilación jueguen, aunque sea un poco, en el casino, so pretexto de ganar más, y especialmente cuando, en el largo plazo, el retorno ajustado por riesgo del multifondo A no le gana al multifondo E.
Tercero: La época dorada de las altas rentabilidades en Chile ya pasó. Y no volverá. Los expertos ahora proyectan los fondos de pensiones usando un conservador con 4% real anual. ¡Una locura! Y volvemos nuevamente a lo mismo: se están haciendo proyecciones usando supuestos retornos esperados y no se cuenta el cuento completo. ¿Cuál es el peor escenario? Como ciudadano, exijo saber. Entonces, nuevamente tropezamos con el fantasma de las promesas implícitas.
Cuarto: Para el diseño de un sistema de pensiones, dada la relevancia y sensibilidad del tema, lo más razonable para proyectar valores futuros es utilizar una tasa libre de riesgo, que es, en definitiva, lo que se podría asegurar. Tasa que en economías triple A es cero o negativa (real) a plazos largos; agregue riesgo país chileno y voilá. Dicho sea de paso, la tasa libre de riesgo (que no es lo mismo que la TPM) no tiene para cuándo subir. Entonces, llegaremos a la conclusión que la magia no existe, y para tener una tasa de reemplazo de (pensiones que sean equivalente a) 70% del sueldo promedio de los últimos años, se debe por lo menos duplicar el aporte mensual y aumentar la edad de jubilación en 5 años, ¡y sin lagunas previsionales!
Quinto: Claramente una tasa de reemplazo “decente” es una pretensión demasiado grande para el sistema de capitalización individual. Las cifras, digámoslo claramente, no dan si no se hace cirugía mayor, cosa que se habla muy poco. Especialmente en lo que viene a futuro en términos de rentabilidades. Con todo, el sistema de capitalización individual es la mejor opción, pero siempre en el entendido que será un apoyo a otras alternativas de ahorro que cada persona debe prever. Esta transparencia hoy no existe.
Sexto: Repensar el sistema de pensiones no puede estar exento de corregir: A) la bomba de tiempo que existe en las Rentas Vitalicias (de hecho, es parte del sistema de pensiones), donde las Compañías de Seguros han prometido rentabilidades que no pueden cumplir en ambiente libre de riesgo, y su capital de respaldo se esfumaría por completo si valorizan sus pasivos a la correcta tasa de descuento; como he señalado varias veces anteriormente, es problemita es mayor al de las “bajas pensiones”, porque puede ocurrir que esas mismas “bajas” pensiones no se la paguen completamente. B) la imperfección en el mercado de capitales, especialmente en los créditos de consumo dado a tasas que no tienen coherencia con riesgo ni costos, y que son una forma de expropiación.
En todo este contexto, una forma de legitimar el sistema frente a una ciudadanía empoderada que exige respuestas es dar la libertad de que la persona a la edad de jubilar pueda disponer de los fondos que excedan la pensión básica, si así lo desea. Sin llorar al papá Estado después. ¡Libertad, libertad mis amigos!
Iván Rojas B.
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