¿Por qué un tema tan relevante como la jubilación no fue tratado con la importancia requerida, más allá de la banal discusión de la AFP Estatal o las soluciones parche del informe de la Comisión Bravo, y nuevamente “la calle” alteró la agenda? La calle muchas veces ha sido ninguneada. No es que la razón vaya de la mano con la mayoría. De hecho, muchas veces no es así. El punto es que la calle -un subconjunto de la ciudadanía- ha mostrado sus dientes y eso hay que tenerlo en cuenta.
Los defensores de las AFP creen que este tema es supuestamente técnico. Si hasta el padre adoptivo de las AFP -por el bien de Chile- vino a defender a su creatura. Los variados defensores coinciden en destacar las bondades del sistema de capitalización individual en relación a la debacle del sistema de reparto; señalan que hay que cuidarse del populismo; acusan ignorancia en todo aquel que ose decir lo contrario. Lo que hasta ahora no entienden es que el debate actual no es –solamente- técnico. Ya es tarde para ello. Pasó la vieja.
El debate es otro. No nos equivoquemos. El partido se juega en otra cancha, mucho más difícil, porque a esta altura la calle no oye razones; y quien la trate de ignorante, será pasado por la guillotina en la plaza pública, simbólicamente, por ahora.
El debate instalado versa sobre repensar el sistema: discutir qué tipo de previsión queremos y qué se le exigirá a la gente. Y aquí, señores defensores, sus argumentos supuestamente técnicos pierden peso, y el sistema de reparto –quiérase o no- se establece como una idea válida, en el sentido de discutir sobre derechos adquiridos. ¿Acaso no ocurrió lo mismo con educación? ¿Vendrá después salud y vivienda? ¿Es sorpresa que estas cuatro áreas de necesidades básicas del ser humano estén sujetas a revisión?
¿Cómo llegamos a esto?
En gran parte es responsabilidad de las propias AFP, sus defensores y Autoridades. Ustedes –me refiero a las AFP, sus defensores y Autoridades- vendieron una pomada que la ciudadanía acuñó como una promesa. Promesa implícita que derivó en que ahora exista la percepción que hay un derecho adquirido a una pensión digna. Contra eso es difícil pelear. Ni se les ocurra argumentar que no hay ningún documento formal que estipule la promesa aquélla, porque será apagar el fuego con bencina.
Ustedes cometieron el gran error (y lo siguen cometiendo, y eso que son técnicos y se vanaglorian de ello) de hacer proyecciones usando el retorno esperado, sin considerar el Equivalente Cierto. No comprendieron el diseño del sistema; prendieron velas en el altar del mercado de capitales para que solucionara un problema demográfico donde sus poderes son muy limitados. ¿Quiénes fueron los ingenuos? Lo peor, ustedes no contaron la película completa. No les dijeron claramente a la gente, desde el principio, que este nuevo sistema es sólo una ayudita para su vejez. Platita poca pero segura, debería haber sido el lema; pero ustedes inflaron e inflaron el globo de “LA” solución.
Si a lo anterior agregamos la cabal (con b) percepción que hay abusos a la orden del día… Houston, we have a problem. Entonces, ahora no nos quejemos; tengan claro que aquí la culpa no es del chancho…
La ceguera de ustedes también les ha impedido ver que hay otra dificultad que convenientemente están chuteando pa´ más adelante: las Rentas Vitalicias que venden compañías de seguros que prometieron retornos que no pueden cumplir en escenario seguro. Les rinden pleitesía a los modelos de supervisión importados y en las circulares de-sastre. La calle aún no reclama por esto, pero cuando capte la real dimensión de este problema, el agravante silencio de ustedes será imperdonable.
Y todo esto, paradójicamente, se ha dado en la época de oro de los retornos en Chile; retornos que no se van a volver a repetir.
Entonces, los defensores del actual sistema, retornados incluidos, deberían comenzar por hacer un mea culpa, no ningunear al adversario y desarrollar las mal llamadas habilidades blandas para sentarse a una variopinta mesa.
Palabras finales
Personalmente no estoy de acuerdo en volver al fallido e insostenible sistema de reparto. Por otra parte, la idea de la capitalización individual fue buena, pero lamentablemente se chacreó. La calle está pasando la cuenta, porque aquí se vendió una pomada; inconscientemente, tal vez, pero da lo mismo a estas alturas. No se saca nada con explicar que nunca se hicieron promesas o si las variables que usaron en las otrora planillas de cálculo no se dieron. La calle asume un derecho adquirido y no la van a sacar de sus consignas.
Se debe estar consciente que el debate se centrará en repensar el sistema de pensiones. Y si se quiere que el Estado se haga cargo, se deberá financiar con más impuestos. En relación a ello, últimamente los expertos no le achuntan a nada. Si hasta en 100 años se podría alcanzar la gratuidad en educación, imagínese en una reforma al sistema de pensiones que son, según se dice, serían unos USD12.000 millones anuales; la vamos a alcanzar el día del níspero después de las 2 de la tarde, y cuando la gente viva 130 años… entonces, nuestros expertos dirán que no se dieron las variables estimadas. En fin.
Nuestros expertos deberían considerar que una forma de legitimar el sistema es dar la libertad para que la gente pueda disponer libremente de sus fondos que exceden la pensión básica solidaria.
En la próxima marcha de agosto tendremos –me atrevo a decir- más de 1 millón de personas exigiendo derechos. En pro de la libertad y dado el escenario actual, ahora más que nunca es relevante dejar paradigmas preconcebidos y pensar que el lolosaurio de 65 años ya está grandecito para tomar sus propias decisiones, sin llorar. La solución a la peruana es mucho más inteligente de lo que creen.
Finalmente, la discusión de fondo sobre las AFP no está exenta de corregir las imperfecciones en el mercado de capitales. No conectarla es gravísimo. Las personas tienen USD160.000 millones ahorrados forzadamente ganando una discreta rentabilidad sujeta a riesgo, y como no pueden disponer libremente de ellos, es como si no los “valorizaran”, es decir, ni saben cuánto tienen acumulado, porque “los tienen pero no son suyos”; y, por otra parte, están endeudados en más de USD26.000 millones en créditos de consumo que cuestan un ojo de la cara, más allá de todo costo y spread razonable, otorgados por compañías que se financian en parte con dichos ahorros. Lo que ganan –nominalmente- por un lado ni siquiera compensa los intereses efectivos que pagan por el otro.
Tal como Chile fue pionero en la creación de las cuentas individuales, ahora es el minuto de ser pionero –también- en repensar el sistema.
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