https://www.elmostrador.cl/mercados/2019/01/03/el-problema-de-vina-y-valparaiso/
Ha sido común leer crónicas o cartas de importantes autores que coinciden en señalar que Valparaíso, Viña, o ambos, tienen un grave problema. Coinciden en el diagnóstico del síntoma de la enfermedad, mas no siempre en la causa.
Ha sido común leer crónicas o cartas de importantes autores que coinciden en señalar que Valparaíso, Viña, o ambos, tienen un grave problema. Coinciden en el diagnóstico del síntoma de la enfermedad, mas no siempre en la causa.
Lo que es evidente es que ambas
ciudades muestran un deterioro permanente en el tiempo, y aunque una haya
tenido “una ayuda extra” (Casino en Viña), estamos lejos de hablar de progreso.
Lo que también es evidente es que ambas ciudades “se necesitan” para salir de
su decadencia. Letargo que queda manifiesto en la carencia de espacio urbano
por habitante y la precaria calidad del poco existente.
Para poner en contexto, Santiago[1]
tiene unos 6.350.000 habitantes, que viven en una superficie urbana de unas
114.000 has. (densidad de 56 hab/ha, digna de países subdesarrollados). Por su
parte, Valparaíso y Viña tienen 890.000 habitantes en total, en una superficie urbana de 15.500 has
(densidad de 57 hab/ha, pero en una topografía mucho más accidentada que
Santiago en términos de pendientes y quebradas, por lo que la densidad efectiva
sería mucho mayor: los porteños viven más achoclonados
que los santiaguinos, cosa que ya es mucho decir).
Los principales factores que
explican el crecimiento de las ciudades son el crecimiento de la población,
crecimiento del ingreso y la disminución del tamaño promedio del hogar. La
consecuencia de lo anterior es que tanto Santiago como el Gran Valparaíso
seguirán creciendo a densidades más bajas, aumentando el consumo de suelo (como
referencia, la densidad del Gran Santiago en 1992 fue 96,5 hab/ha, y en 2002
fue 85 hab/ha (-12% en 10 años)). Adicionalmente,
en Viña y Valparaíso está el efecto segunda vivienda y la obsolescencia
económica de muchas de viviendas e infraestructura, lo que incrementará el
crecimiento relativo de estas dos ciudades hermanas en comparación con Santiago.
Dicho crecimiento no es malo per
sé, siempre que sea diseñado, planificado y que se anticipe a las
externalidades que genera, positivas y negativas, tal como lo han hecho
ciudades de países desarrollados que tienen densidades de 10 hab/ha o incluso
menores. Y ahí está el problema local, en la improvisación de las políticas
urbanas.
¿Qué se hará si el Gran
Valparaíso crece unas 7.500 has más dentro de los próximos 15 años, esto es, un
promedio de 500 has al año?
En el caso de Valparaíso, considerando su calidad
de Patrimonio de la Humanidad, resulta vital que su planificación considere el
rediseño del casco histórico de la ciudad como una ciudad moderna orientada a
los servicios y turismo; esto implica la reconversión de parte importante de
las viviendas que están en los cerros y de su urbanización, junto con la
expansión residencial de la ciudad hacia sus zonas naturales de crecimiento
dadas por la conectividad y accesibilidad actual y proyectada con el Gran
Santiago.
Iván Rojas B.
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