https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/columnas/2020/07/27/reflexiones-para-un-nuevo-sistema-de-pensiones/
El sistema de pensiones chileno
es un enfermo que está grave desde hace tiempo. El proyecto del retiro del 10%
-aunque no lo vean, ni lo crean, los propios defensores del modelo que votaron
en contra- es una oportunidad de oro para dar el primer paso en dar
credibilidad a un nuevo modelo de pensiones, en el cual no se eche por la borda
el sistema de capitalización individual, pero que sí lo baje del altar en el
que se le ha puesto.
La paradoja de la situación
actual es que los principales responsables de que el sistema de pensiones esté al
borde del precipicio son sus propios defensores, los cuales, debido a una
soberbia intelectual, forzaron el debate y lo llevaron –sin querer- desde una
arena técnica/social a una netamente social/política.
Diagnóstico
El sistema de pensiones actual
tiene tres pilares: un pilar solidario, un pilar de cotización obligatoria
administrado por las AFP, y un pilar voluntario. El pilar de la cotización
obligatoria, no obstante, es la columna vertebral. Se llegó a endiosar el
modelo de pensiones debido a que en su origen solucionó el problema del saco
roto del sistema de reparto. Y se cifraron todas las esperanzas en el mercado
de capitales: se creyó tan firmemente, casi como un dogma de fe, que bajo
ciertos supuestos y parámetros, después de varias décadas la receta
ahorro-retornos daría a luz convenientes tasas de reemplazo. Fue tan así que
quedaron establecidas -no en papel, sino peor, en el inconsciente colectivo-
promesas implícitas.
Y las promesas no se cumplieron. Los
defensores salieron en manada a explicar a los ignorantes que las razones (tales
como, las lagunas previsionales producto del desempleo e informalidad laboral,
los bajos sueldos, el bajo porcentaje de aporte o el escaso ahorro voluntario),
no son responsabilidad del sistema de pensiones… Es que al Meche había que echarle bencina. Lo que callaron es que el Meche, aun con estanque de combustible lleno,
podría no haber llegado a destino; y cuando se trata de diseñar un sistema de
pensiones esto es del todo relevante.
Si la esencia del sistema de
pensiones es la cuenta individual que busca retornos en el mercado de
capitales, entonces hay que tener claro que la regla básica de ese juego se
resume en la doble dimensión riesgo-retorno. Esto lo sabe medio mundo. Se sabe,
pero al parecer no se entiende. Si los defensores del modelo captaran realmente
las consecuencias de ello, se habrían dado cuenta que todas sus estimaciones de
valores futuros esperados, aún con de plena densidad de cotizaciones (desde ya
un gran supuesto), al final de cuarenta años, corregidas por riesgo, no son
mejores que la opción segura de retorno libre de riesgo; se habrían dado cuenta
que el mercado de capitales a veces no perdona y no tiene misericordia, y que
al final de cuarenta años, existe alguna probabilidad de terminar con un fondo
acumulado menor que haber guardado la plata debajo del colchón.
Se podrá contraargumentar que
dicha probabilidad es ínfima; con tal de ganar el valor esperado, vale la pena
correr el riesgo. Sin embargo, cuando se quiere diseñar un sistema de pensiones
obligatorio, donde se trata de administrar platas ajenas a un gran colectivo de
trabajadores, éste debe ser sometido a todas las pruebas de rigor y por sobre
todas las cosas contar el cuento completo en forma abierta y transparente al
vulgo que no entiende lo que lee.
Otro de los cuentos mal contados,
categoría mito incluso en círculos académicos, es que el largo plazo arregla
todo, y el retorno compensa cualquier tropezón en el camino. Los defensores
omiten un detallito: en el largo plazo, la varianza del retorno acumulado
también se amplifica. Así, en el largo plazo, puede que el fondo acumulado
esperado aumente, pero también el peor escenario se hace cada vez más adverso. Se
reafirma la premisa anteriormente señalada.
Los porfiados defensores también señalan
que, en el fondo acumulado, por cada peso aportado por el afiliado, hay tres de
rentabilidad, y que eso es un hecho irrefutable (y por tanto, el problema real
está en los bajos aportes y las lagunas previsionales). Nuevamente se olvidan
los conceptos: si hoy el fondo acumulado es casi todo retorno obtenido, ¡Excelente!,
pero preguntemos: ¿y si hubiese terminado en pérdidas? No se le dijo nada exante al afiliado, ninguna advertencia,
al contrario, fueron cuentos incompletos; Aún más, a riesgo de ser repetitivo,
ese maravilloso retorno que se señala, corregido por riesgo, no le gana a un
depósito a plazo. ¿Le dijeron eso a la gente? Recordemos que es exante donde se toman las decisiones y
se diseñan los sistemas, porque todos son generales a posteriori de la guerra.
Ahora bien, las lagunas y la baja cotización ciertamente son un problema, pero
no hay que confundirse, porque esto es adicional, y aún sin estos problemas que
no son responsabilidad del sistema de pensiones, el retorno acumulado esperado debe
ser analizado con el peor escenario y el escenario de seguridad máxima.
En síntesis, se diseñó un sistema
de pensiones obligatorio donde se toman decisiones de platas ajenas y se juega
en el mercado de capitales porque se autoconvencieron que vale la pena correr
el riesgo para obtener un valor esperado, pero no fueron transparentes con la
ciudadanía al contar la historia incompleta. Si se hubiese contado el cuento
completo, hoy no estaría hablando de promesas incumplidas.
Haber diseñado un sistema cuyos
resultados corregidos por riesgo no son mejores que una opción segura de
estrategia pasiva de inversión, y que además, cuyo peor resultado esperado es obtener
un monto acumulado menor que guardar la plata debajo del colchón (tasas reales
libres de riesgo cero o incluso negativas), no fue tanta maravilla. No da para
el Nobel. Las cosas son lo que son, no lo que pretenden ser.
Y lo peor, defender el sistema de
pensiones con tanto fanatismo, donde ahora cualquier hereje que lo critique es
menospreciado, le hace el peor favor al mismo, porque mejor sería que aquellos
que defienden el sistema primero analicen las limitaciones conceptuales que
tiene, quizás así habrían sumado feligreses en vez de opositores.
Para repensar el sistema, los
defensores del mismo deben terminar son la soberbia intelectual que los ha
caracterizado y reconocer que mientras mayor sea la fama de una obra, tal como
la ha tenido el sistema de
pensiones, mayor es la necesidad de escudriñar sus faltas y estar dispuestos a
trabajar en base a ello, analizando todas las medidas, por extravagantes
(¿populistas?) que parezcan.
Repensando un nuevo sistema de pensiones
A principios del siglo XIX se vendían
latas de conservas, que pesaban casi un kilo vacías y no era fácil manipularlas.
No se creyó importante crear un instrumento para abrir las latas; cada
consumidor se las debía arreglar en casa. En 1850 se consiguió crear un envase
más ligero. Y por paradójico que parezca, el abrelatas se inventó en 1870. Con
el sistema de pensiones pasa lo mismo: es hora de inventar el abrelatas.
En mi humilde opinión, la única
forma de (volver a) darle credibilidad y legitimidad al sistema, será
rediseñarlo con cuatro principios rectores fundamentales:
·
Primero: libre albedrío. “¡Libertad, libertad!
mis amigos”, eso decía el denominado padre de la creatura. Los defensores del
sistema abogan por la libertad en muchos otros aspectos, pero con las pensiones
son conservadores y paternalistas.
·
Segundo: seguridad máxima. El diseño debe considerar
como escenario central un ambiente seguro, esto es, proyecciones libres de
riesgo. El resto será accesorio.
·
Tercero: transparencia total. Señalar sin pelos
en la lengua ni frases confusas que, si un afiliado quiere -en las condiciones
que más adelante se señalarán- obtener un fondo acumulado esperado X mayor que
el fondo acumulado proyectado por el escenario central sin riesgo, debe estar
plenamente consciente que también podría perder y terminar con un fondo final
menor que haber guardado la plata debajo del colchón. Entonces, como las
cuentas claras conservan la amistad, cada afiliado debe saber y entender esta
advertencia. Este juego es sin llorar. Es la única forma de no decir frases
ambiguas que se interpretan o malinterpretan como promesas.
·
Cuarto, educación financiera obligatoria en la
enseñanza media.
Como sociedad tendremos que previamente
zanjar la cuestión: ¿Es la pensión un derecho (adquirido) para los ciudadanos? Esto
va más allá de la actual pensión solidaria que garantiza el Estado. Así como
están de caldeados los ánimos, bajo la bandera de la pensión digna, se
terminará fijando un monto superior. Si personalmente estoy o no de acuerdo con
esto, es irrelevante, toda vez que trato de constatar un hecho que desde mi
punto de vista es irreversible.
No hay que ser adivino para aventurar que es
altamente probable que se establezca una pensión mínima –catalogada de digna-, por
un monto mayor a la pensión básica solidaria actual, pero no mucho más, porque
será pagada a todo evento con cargo al erario público.
Esa sería la base de todo rediseño del sistema.
¿Cuál sería el nuevo rol del modelo de capitalización
individual? Se debe reconocer que el
mercado de capitales no está para solucionar un problema demográfico. Podrá
ayudar en forma accesoria… si le va bien, pero nada más, y asumiendo riesgo. Siguiendo
los principios rectores, las cuentas individuales deberían ser opcionales para
que cada afiliado, mediante un plan de ahorro y descuento por planilla, pueda
ahorrar apostando a obtener un retorno esperado según distintas opciones de
inversión. Este ahorro será en una AFP o cualquier otra institución financiera
calificada. Y el porcentaje de descuento será lo que cada afiliado determine.
Si ahorra poco, podrá esperar un poco más adicional a la pensión garantizada. Y
con la advertencia clara que puede perder todo o parte de sus ahorros. Si el
multifondo elegido o cualquier otra alternativa de inversión le da el palo al
gato y se obtiene un buen retorno acumulado... ¡Excelente!; si no es así, mala
suerte, bien también.
En relación a cuánto, del ahorro mensual elegido, es
de cargo del empleador, se debe tener en cuenta que dicha discusión es bastante
artificial. La repartija real no depende de leyes, depende de las elasticidades
de oferta y demanda de trabajo. Pero para vestir mejor el santo y que la
galería quede contenta, dejemos que el porcentaje elegido por el afiliado se
reparta entre él y su empleador en partes iguales.
Finalmente, y como parte fundamental para darle
credibilidad y legitimidad al sistema, deberá considerarse el retiro de los
fondos cuando el afiliado quiera y por el monto que desee, con o sin pandemia,
con o sin enfermedad, con o sin desempleo, con o sin crisis. Libre albedrío,
con pleno conocimiento y responsabilidad de sus actos y, sin lloriqueos
posteriores.
¿Irresponsable? ¿Qué es más irresponsable: permitir
el retiro bajo un esquema bien pensado que contempla una pensión mínima, o haber
prometido implícitamente tasas de reemplazo y haber jugado con la ignorancia de
la gente? Hoy, con cien millones de fondo - cifra aunque no es la gran cosa, la
gran mayoría nunca va a llegar a acumular en su vida-, se puede obtener una
pensión estimada de menos de $600 mil... ¿Valió la pena tanta pomada vendida?
¿Acaso no es evidente que el retiro de fondos santifica el sistema? Y dicho sea de paso, corrige también el gran
forado de las compañías de seguros quebradas con las rentas cuasi-vitalicias
que venden.
No todo aquel que retira fondos, huye o reniega del
sistema. En lo personal, reconozco su utilidad, pero no le prendo incienso en
su sobrevalorado altar.
Iván Rojas B.