Don Quijote: ¿Has visto, Sancho
amigo, tamaña pelotera que ha causado el proyecto del retiro del diez por cien
de las aefepés?
Sancho: Sí don Quijote.
Sucumbimos al populismo y la demagogia.
Don Quijote: ¿Pero no sabes tú
que antes de poner etiquetas y eslóganes, deberías tener el cuadro completo,
para que así te permita leer bien las señales? Es lo mínimo que se le exige al
escudero de un caballero andante. Para hablar y comer pescado hay que tener
mucho cuidado.
Sancho: El cuadro que veo es que
se va a desvestir un santo para vestir otro. Y esto será pan para hoy, hambre
para mañana.
Don Quijote: ¡Tremenda deducción
que has hecho, Sancho, por Dios! Perdona mi ironía, es verdad lo que dices. El
trueque de consumo futuro por consumo presente no es una pócima gratuita. Mas
lo que has dicho es un resultado matemático, medio obvio por lo demás. Veamos
las causas primero, porque en una de esas el retiro de fondos corrige un
problema mayor. Como dijo el gran trovador Arjona, vamos aclarando el panorama…
Sancho: ¿Un problema mayor a la
crisis?
Don Quijote: Justamente querido
Sancho. Porque la sombra de la muerte que se le asomó al sistema de pensiones
no fue la pandemia. La plaga –que provocará el retiro voluntario de la décima
parte, en caso de ser aprobado- quizás será el empujoncito del sistema al vacío;
la estocada de gracia. Mas independiente de ello, el enfermo está grave desde
hace tiempo.
Sancho: O sea, de la crisis
económica de la pandemia nos pasamos a la crisis del sistema de pensiones…
Don Quijote: Correcto Sancho
amigo. Tengamos eso claro para empezar a hablar. Y aquella crisis tiene dos
responsables: la soberbia y la ignorancia. Dicha combinación ha sido, y lo
sigue siendo, fatal. Es que la mano derecha, por el hecho de escribir las
letras y usar mejor la espada, se ha creído más sagaz que la zurda.
La derecha en general llegó a endiosar
el modelo de pensiones, porque cuando nació la creatura, ésta era hermosa y
prometedora. Su alimento siempre fue el mercado de capitales. Se creyó tan
firmemente, casi como un dogma de la santísima fe, que bajo ciertos supuestos y
parámetros, al alcanzar la madurez, la creatura solucionaría el problema de las
desfinanciadas pensiones que existía previo a su nacimiento.
Sancho: Pero eso es cierto. Hace
poco, el denominado padre de la creatura, la comparó a un Mercedes Benz, de la más grande sofisticación, el cual, combustible
mediante, podía llegar a destino.
Don Quijote: No pues señor, eso es
casi cierto. Gran diferencia. Y es que ahí entramos a las grietas del sistema,
donde la ceguera es del mismo tamaño de la altivez. Si no tienes claros los
conceptos, empezamos a construir teorías sin sustento.
Sancho: Que fuertes palabras don
Quijote, si la idea era buena.
Don Quijote: Es que a estas
alturas, no utilizar franqueza de expresión es una ignominia. Permíteme
explicarte mis razones y porqués.
Sancho. Soy todo oídos. Pero
ojalá no sea la razón de la sinrazón.
Don Quijote: Ya verás que tengo
razón, incrédulo burlón. Si la columna
vertebral del sistema de pensiones es la cuenta individual que busca retornos
en el mercado de capitales, entonces hay que tener claro que la regla básica de
ese juego se resume en la doble dimensión riesgo-retorno.
Sancho: jajaja, pero don Quijote,
eso lo saben todos; hasta yo lo sé, que no soy ningún sabiondo ni intelectual.
Don Quijote: No me interrumpas
Sancho. Lo saben pero no lo entienden. Si captaran realmente las consecuencias
de ello, se habrían dado cuenta que todas sus estimaciones de valores futuros
esperados, aún con de plena densidad de cotizaciones (desde ya un gran supuesto
de estanque lleno de combustible, pero por ahora no me acordaré de él), al
final de cuarenta años, corregidas por riesgo, no son mejores que la opción
segura de retorno libre de riesgo; se habrían dado cuenta que el mercado de
capitales a veces no perdona y no tiene misericordia, y que al final de
cuarenta años, existe alguna probabilidad de terminar con un fondo acumulado
menor que haber guardado la plata debajo del colchón. Dicho sea de paso, el
hecho que ocurran crisis cada ciertos años y la destrucción creativa que deja
obsoletas a las más admiradas compañías, nos recuerdan la dimensión riesgo del
mercado, su lado oscuro.
Sancho: Pero esa probabilidad es
ínfima don Quijote. Con tal de ganar el valor esperado, vale la pena correr el
riesgo.
Don Quijote: Lo que estoy
comentando no es un detallito cuando se quiere de diseñar un sistema de
pensiones obligatorio, porque no se trata de una decisión de inversión de un
agente individual. Insisto, se trata de diseñar un sistema donde se toman
decisiones de platas ajenas, y éste debe ser sometido a todas las pruebas de
rigor y por sobre todas las cosas contar el cuento completo en forma abierta y
transparente al vulgo que no entiende lo que lee. Y eso ya es un desafío que
puede ser, y de hecho lo es, un agravante. Haber diseñado un sistema cuyos
resultados corregidos por riesgo no son mejores que una opción segura de
estrategia pasiva de inversión, y que además, cuyo peor resultado es un fondo
acumulado menor que guardar la plata debajo del colchón (tasas reales libres de
riesgo cero o incluso negativas), no fue, perdóname la franqueza Sancho, tanta
maravilla. No da para el Nobel. Las cosas son lo que son, no lo que pretenden
ser. Y lo peor, defender el sistema con tanto fanatismo, donde ahora cualquier
hereje que siquiera hable mal del sistema de pensiones es menospreciado, le
hace el peor favor al mismo, porque mejor sería que aquellos que defienden el
sistema primero lo bajen del altar, sin darse ínfulas de sabelotodos y
pedantes, quizás así habrían sumado feligreses en vez de opositores. La vanidad
y la ignorancia fueron la raíz de esta ceguera. Y recuerda Sancho que no hay
peor ciego que el que no quiere ver. Así las cosas, haber llevado el debate,
sin querer, a la dimensión política de derecha-izquierda, fue nefasto: los
primeros por su arrogancia y miopía y los segundos por no proponer nada, o
mejor dicho, por proponer recetas añejas y peores. Ignorancia a la máxima
potencia es una crónica de una muerte anunciada para el sistema porque aunque
se rechace el proyecto, los perros hambrientos no soltarán la presa que sangra…
ya le agarraron el gustito.
(Después de una pausa reflexiva)
Sancho: El largo plazo arregla
todo, y el retorno compensa cualquier tropezón.
Don Quijote: Así lo repiten como
loros. Y se lo creen. Para que sepas mi querido Sancho, en el largo plazo, la
varianza del retorno acumulado también se amplifica. ¿Te contaron eso Sancho? Apuesto
mi Rocinante que no; pregúntales a los hinchados de orgullo qué significa eso y
qué implicancias tiene. Te diré solo una cosa: no creas todos esos viejos cuentos
a medias y mal contados. En el largo plazo, puede que tu fondo acumulado
esperado aumente, pero debes tener la perspicacia y tener plena conciencia que también
tu peor escenario se hace cada vez más adverso. Eso no hace más que reafirmar
la premisa que te dije antes. ¿Se está dispuesto a diseñar un sistema de
pensiones obligatorio y tomar decisiones de platas ajenas para jugar en el
mercado de capitales con estas reglas? Si la respuesta es sí (porque, como
dices tú, vale la pena correr el riesgo para ganar el valor esperado), entonces
contemos el cuento completo. Eso no más digo yo, porque si se hubiese contado
el cuento completo, no estarían hablando de promesas incumplidas.
Sancho: Nadie ha hecho esas
promesas. Eso es un mito.
Don Quijote: Ay, mi ingenuo
Sancho. Como no estás experimentado en los sucesos del mundo, todas las cosas
que tienen algo de dificultad te parecen imposibles. Cuando vendes un ungüento
medicinal, hay una promesa implícita. Y tanto se ha repetido desde los años
ochenta a la fecha, que está arraigada en el inconsciente colectivo. La gente
no lee Sancho; muchos ni entienden lo que leen. Quedó la ofrenda y ahora se
pasa la cuenta. ¿Crees que ahora los vas a hacer razonar en base a supuestos y
parámetros de las estimaciones? Esa promesa no la va a sacar nadie de la mente
de las personas, menos ahora donde se clama por derechos a la orden del día.
¿Acaso has olvidado tú mi promesa de hacerte gobernador de alguna ínsula o
reino que ganase a lo largo de estas aventuras?
Sancho: Por supuesto que no la he
olvidado…
Don Quijote: Lo mismo pasa con la
ciudadanía mi querido Sancho. La palabra empeñada es más fuerte que un papel
escrito.
Sancho: ¿Y cómo salimos de este
embrollo don Quijote?
Don Quijote: Se debe aprovechar
la ocasión para repensar todo el sistema. Te anticipo que no habrá una salida dulce
a esta amarga dificultad. Para repensar hay que terminar con la soberbia intelectual
de los que se las creen todas y en realidad no saben mucho. Son ellos los que
deben sacarse el velo primero y
reconocer las limitaciones de sus dioses y estar dispuestos a trabajar
en base a ello, analizando todas las medidas, por populistas que parezcan en
una primera lectura. Deben comenzar sabiendo que amor y deseo son dos cosas
diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.
Sancho: Otra vez la derecha…
Don Quijote: Porque como decía mi
santa madre: “Al que se le da más, se le exige más”.
Sancho: ¿Y los otros?
Don Quijote: Los otros siempre
ladrarán, pero hay que dejar que los perros ladren, eso es señal de que
avanzamos. No me esperaría otra cosa. Entre zurdos y derechos no pueden durar
las amistades, porque la igualdad de pensamiento sirve de eslabón a los
corazones; pero entre los zurdos y los derechos no puede haber amistad
duradera.
Sancho: Don Quijote, cuénteme lo que
usted propone.
Don Quijote: Está bien Sancho…
Sancho: Pero primero pasemos a
esta posada a descansar la lengua y alimentar nuestras barrigas. Mire que de
tanto hablar y pensar ya me ha dado fatiga. No por nada me apellido Panza…
No hay comentarios:
Publicar un comentario