“¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo tomar desde aquí?”, preguntó Alicia. “Eso depende, en gran medida, de a donde quieras ir”, respondió el gato. Sabia respuesta, cien por ciento aplicable a las decisiones que tomamos en la vida.
Tal como dijo Arthur Schopenhauer: “para el que no sabe a que puerto se dirige, no hay ningún viento favorable”, una vida sin metas es como un viaje sin rumbo. Esto podría resultar hasta obvio, porque todos en general nos movemos motivados por algo. El punto es qué tipo de metas nos motivan a actuar. Hay gente que vive exclusivamente tras fines materialistas, probablemente porque el concepto moderno de felicidad –según ciertos estudios– estaría relacionado con la posición relativa que una persona tiene en relación con sus pares. Lamentablemente, este tipo de metas produce un sentimiento de satisfacción (¿felicidad?) momentáneo.
Esto me hace recordar lo que alguna vez estudié sobre el comportamiento de las personas en las organizaciones, específicamente la teoría de la motivación y los factores que la gatillan: los higiénicos (extrínsecos) versus los motivacionales (intrínsicos). Los primeros, si no están presentes en una empresa, producen alta insatisfacción en el trabajo, y si están presentes, la eliminan, pero no necesariamente dan motivación para trabajar. Esta motivación viene dada por los factores intrínsicos, que se caracterizan por ser más “inmateriales”.
La teoría anterior la podríamos adaptar a la vida misma: los factores “higiénicos” de la vida quizás son más llamativos, probablemente porque son más “materiales”, pero no necesariamente nos sentiremos plenos. La clave está, entonces, en fijar la vista en las cosas “que no se ven”.
lunes, 2 de julio de 2007
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1 comentario:
Ya quisiera tener claridad para saber a donde ir.
A veces creo saberlo, siento alegría y lo intento.Me desfraudo.
Otras ,las más, tengo que ceder.
Es el conflicto entre la satisfacción momentanea y la que es a largo plazo.
El primer comentario de este blog.
Saludos mediterraneos
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