martes, 20 de julio de 2010

Pobreza y competencia


La pobreza venía cayendo sistemáticamente desde el año 1990. En 2009, de acuerdo a los resultados de la última encuesta Casen, dicha trayectoria tuvo un punto de viraje: un 15,1% de la población está en condición de pobreza, es decir, unos 2,5 millones de personas, 355 mil más que en 2006.

La mala noticia encendió el debate político. Pero parece haber consenso en que si bien la red de protección social es importante –independiente de que se pueda seguir discutiendo sobre su efectividad en términos de focalización del gasto y mayor eficiencia en el uso de los recursos-, uno de los factores claves sería el crecimiento económico, generador de empleo.

Pero el motor del crecimiento en nuestro país se ha ralentizado. ¿No será, en gran parte, debido a la falta de competencia, que impide que el mercado funcione de mejor manera? Barreras de entrada, cuotas, abuso de posición dominante, spreads… ¿no nos estaremos acostumbrando a que son parte del “modelo”? Creemos que el mercado funciona cuando en realidad no lo está haciendo.

Si un mercado no opera en forma competitiva, entonces, la(s) empresa(s) participante(s) obtiene(n) rentas anormales. Existe, en consecuencia, una transferencia unilateral de riqueza desde consumidores, que ven mermados sus excedentes, a oferentes. ¿Cuánta de la pobreza actual se explicaría por la menor competencia? La reflexión, cualitativa, debería calar hondo en las autoridades.

Según la encuesta suplementaria de ingresos del INE, el 10% de las familias más pobres tienen un ingreso de $170 mil mensual por hogar (2009); el 10% que le sigue gana $271 mil. La realidad de cada una de esas familias cambiaría radicalmente si uno de sus miembros encuentra empleo. Nuestra economía tiene la capacidad de generar los aproximadamente 600 mil empleos necesarios para eliminar la pobreza, siempre y cuando estén dadas las condiciones de competencia real en todos los mercados. Así, de manera autónoma –más que con subsidios- en el corto plazo una familia pobre puede dejar de serlo; y en un plazo mayor, la mejor educación permitiría romper definitivamente el círculo vicioso de la pobreza. Una bonita meta para el actual Gobierno.