miércoles, 4 de agosto de 2010

Conversación de curados: un país sin Isapres


Jack D. (JD): Estaba pensando en un país, de desarrollo similar al nuestro, donde no existieran las Isapres. Creo que todo el tema de la salud funcionaría mejor.
Johnnie W. (JW): ¡¿Estás loco?! Creo que el whisky está nublando tu capacidad de pensar.
JD: Veo que las Isapres son un invento sin mucha racionalidad económica. Me explico: pagamos una cuota mensual, que es función de los ingresos, lo que de partida no tiene nada que ver con el uso esperado del servicio de salud.
JW: ¿Estás sugiriendo, entonces, que el precio a pagar dependa de otras variables, tales como sexo y edad? Con ello validarías la tabla de factores que usan las Isapres para fijar el precio de sus planes, lo que ha sido tan discutido por discriminar entre los usuarios.
JD: No necesariamente. Es cierto que, sintetizando en dos variables macro, una mujer en edad fértil (me carga usar ese término) y un anciano tiene una tasa de uso del servicio mayor que un jovencito como yo. Pero la clave es que el precio de una consulta médica no depende de cuántas veces tú vayas al doctor. Por ejemplo, supongamos que un médico general cobra $20.000 por cada consulta, y su precio es función del costo marginal de su tiempo, ¿por qué habría de cobrar más, por unidad de servicio, a una mujer o a un anciano? Si el anciano va a verlo más de una vez al mes, su desembolso total debería ser el P*Q respectivo.
JW: Entiendo tu punto, pero si hacemos una analogía con los seguros de los autos, resulta lógico cobrar más al conductor imprudente, que tiene asociada una mayor probabilidad de siniestro.
JD: En equilibrio, el valor de la prima de seguros es función del equivalente cierto del individuo, que es el mínimo que él está dispuesto a recibir, en forma segura, a cambio de su riqueza incierta actual. Se trata de modelar el azar o futuros hechos inciertos. En el caso de las Isapres, no está tan claro que se aplique este mismo concepto, toda vez que el uso del servicio no depende del “comportamiento” de cada persona, sino más bien, de su condición. En el caso de la salud, la ley de los grandes números se aplicaría a las probabilidades de uso del servicio que distintos perfiles de personas tienen asociados. Las estadísticas deberían ser bastante certeras en asignar estas probabilidades. Entonces, lo que sí se sabría es el uso esperado que cada persona tendría de las distintas atenciones de salud, sin impactar el precio unitario de una consulta. Por lo tanto, el planteamiento que hacía anteriormente sigue siendo válido: el que más usa, más paga… ¡en total!, su costo medio no varía.
JW: Pero el anciano que usa más el servicio de salud no podría pagar el P*Q que dices.
JD: Aquí está el rol del Estado, a través de subsidios, de asegurar una cobertura mínima de atención. Si el joven lo hace, sería un impuesto. Como complemento, en reemplazo del actual 7% obligatorio ¿por qué no usar un seguro catastrófico, que previo pago de un deducible, se aplique en los casos donde la cuenta a pagar sea millonaria?
JW: Claro, y adicionalmente, se agregue a dicho seguro un ahorro que sirva para compensar el mayor uso que una persona hará de los servicios en su vejez. Interesante tu país sin Isapres.
JD: Sí. Y en este país imaginario tampoco existirían las AFP. Pero eso es tema para otra junta: Ya es muy tarde. ¡Mozo!, la cuenta por favor.