jueves, 14 de noviembre de 2019

Equilibrios



    1) La estabilidad, en sus múltiples facetas, es más frágil de lo que se piensa.  Chile, un “oasis” en el barrio, se vino abajo en pocos días; y va a costar pararlo. Fue un enigma para varios sorprendidos por el fenómeno. Moraleja: que las cifras macros no impidan ver lo micro –el día a día- y lo que no se mide con cifras. Pueden haber varios enfermos con apariencia saludable.

2) El Modelo. La mala implementación del modelo económico en Chile –plagado por intereses creados, que dio lugar a grupos de poder y decisión, resultando en transferencias unilaterales de riqueza y abusos-  llevó a un equilibrio mediocre, donde todo -sector privado, gobierno y sector público, instituciones reguladoras, sistema legal- funciona a la chilena. Si bien algo se avanzó en las últimas décadas, el país fue como un atleta corriendo con una pesada mochila. Por algo hoy no somos Australia. Esta advertencia no es nueva; pero se desoye cuando los que marcan la pauta están en un cómodo statuo quo. Es curioso ver que en general se desatienden las advertencias. En consecuencia, ahora tenemos sentado en el banquillo –injustamente- a “El Modelo”. A estas alturas, y por desgracia, a muchos ni le interesa saber si lo que produjo el plato agridulce fue la receta o el cocinero; otros ni siquiera hacen la diferencia.

3) El eslogan “Chile cambió” es real. Y por la razón expresada en el punto anterior, lo que vendrá ahora –con o sin nueva Constitución- es una discusión estructural donde se pondrá sobre la mesa una serie de derechos (salud, educación, pensiones), y donde el mundo privado verá limitado su campo de acción. Claramente, la negociación entre las partes no será con equilibrio de fuerzas. Como el papel aguanta todo, es probable que florezca el populismo.

4) El eslogan “Chile despertó” también es real. La ciudadanía se dio cuenta que tiene poder. Pero un poder de “planificación” de etapas tempranas de movimiento, mas no un poder de organización efectivo posterior. Si bien la crisis comenzó como un movimiento “sin cabeza” aparente, algunos sectores políticos seguirán capitalizando más que otros.

5) Breves períodos de paz y estabilidad. Como la calle no razona y la capacidad de diálogo es un bien escaso, el problema del gobierno de turno será el manejo contante de la insatisfacción y frustración, hasta que haya otra gota que rebalse el vaso. La agenda estará llena de medidas cortoplacistas.

6) En lenguaje financiero, la mayor incertidumbre no se irá. Y no se deben descartar algunos eventos de pánico (como todo pánico, con un buen componente de irracionalidad). El riesgo país aumentará y con ello el costo de endeudarse. En las evaluaciones de proyectos, aumentará el costo de capital y hacer una estimación de flujos a muchos años será una locura. Los Directorios querrán ver el periodo de recuperación de la inversión antes  que el valor actual neto.

7) Tasas libres de riesgo nulas o negativas. Obtener un retorno libre de riesgo de no pago será un lujo difícil de darse (de hecho, ya lo es). No nos engañemos con la mayor prima por riesgo país, que en algo va a compensar. Las tasas seguirán bajas. Una mala, muy mala noticia para las compañías de seguros que venden rentas vitalicias y que ya están quebradas, las cuales quizás esperaban un salvavidas del mercado. Otra advertencia desoída.

8) ¿Y si dolarizamos?


Iván Rojas B.

lunes, 11 de noviembre de 2019

¿Enigma chileno?





https://www.elmostrador.cl/mercados/2019/11/11/el-enigma-chileno/

Separando los hechos de vandalismo, delincuencia, falta de respeto a las autoridades, carnaval y la utopía que las nuevas generaciones tienen respecto de conceptos económicos y valóricos, para Vargas Llosa (La Tercera, 3 nov) lo ocurrido en Chile es un enigma. Para don Fabio Valdés (El Mercurio, 8 nov), también. ¿La razón? Las cifras: Chile se ha destacado por tener gran movilidad social, reducción importante de la pobreza, el mayor PIB per cápita de Latinoamérica, un asombroso acceso a la educación superior, y un largo etcétera. Todas cifras positivas. De ahí el desconcierto de la queja. Porque, si bien se reconoce que hay desigualdad –que se debe combatir- es extraño que una crisis de esa magnitud haya explotado en la copia feliz del Edén. Ese es, en resumen, el conundrum. En términos relativos, Chile es una joyita; un oasis.

Me gustaría complementar el debate con dos temas.

Primero, a veces las cifras macros son frías.  O peor aún, engañosas.  En septiembre recién pasado, un mes antes de la crisis, la canasta básica de alimentos alcanzó un valor mensual de $43.401 por persona, la línea de pobreza un valor de $165.399 por persona equivalente, y la línea de pobreza extrema un valor de $110.266 por persona equivalente. Una persona que gana el sueldo mínimo no es pobre en esta medición. Así se mide en otros lados también, es el estándar para compararse. Pero una cosa es comparar las posiciones relativas entre países y la evolución de estos indicadores en el tiempo, con el fin de medir avances, y otra muy distinta es hacer gárgaras con el guarismo.

Otra cifra: el 50% de los chilenos que trabaja, gana menos de $379.000 al mes; por hogar, el 50% de los hogares vive con menos de $783.000 al mes. Es decir, a lo menos al 50% de los chilenos debe hacer malabares para llegar a fin de mes. Esa es la realidad.

No dudo de la sensibilidad social de las personas citadas anteriormente. Pero pienso que muchas veces estamos analizando los hechos (me incluyo) sentados en un cómodo sofá.

Segundo, “EL” modelo. Defendido por economistas serios como el impulsor de la mejoría relativa en Chile. Pero hay que hacer una distinción entre el modelo y la implementación del modelo, que no son lo mismo. El modelo económico -en simple, pero en estricto rigor teórico- está constituido por una economía de mercado que posee una serie de normas de conducta, por así decirlo, que apuntan a la eficiencia, dando lugar al mundo privado en la producción de bienes y servicios, abierto a la competencia externa y dejando al Estado con su rol regulador y redistributivo. El modelo como tal no daría lugar a abusos. O por lo menos, se corrigen si se trata de externalidades negativas.

La implementación del modelo, que es lo que finalmente tenemos en Chile, está muy alejada del modelo teórico. Se implementó un modelo con intereses creados, que dio lugar a transferencias unilaterales de riqueza, a grupos de poder y decisión. En definitiva, a abusos. Un modelo que llevó a un equilibrio mediocre, donde todo -sector privado, gobierno y sector público, instituciones reguladoras, sistema legal- funciona a la chilena: no tan, tan penca, pero la excelencia no existe. 

Por culpa de la implementación del modelo, que ha dado lugar a abusos y grupos de interés, se cuestiona –injustamente tal vez- al modelo. Y más aún, no son pocos los que lo quieren reemplazar por recetas conocidas por su amargo plato final. Como la calle no razona, el problema no es trivial.
Pienso que no hay que mirar a huevo el eslogan “Chile despertó”. Porque quiérase o no –esto es, independiente de la simpatía o antipatía que nos genere- así serán los golpes de Estado del siglo XXI. Ese es el verdadero drama.

Iván Rojas B.