viernes, 29 de junio de 2007

Transantiago: más allá del corto plazo

El Transantiago se va a arreglar –ojalá más temprano que tarde–, y llegará a ser un sistema de transporte más “decente”, acorde a un país con un PIB per cápita que sobrepasa los US$10.000, por lo que resulta importante no perder de vista el foco del transporte público, aunque los problemas que éste tiene en el corto plazo acaparen portadas y varios minutos en los noticieros.

Uno de los objetivos centrales del Transantiago es promover el transporte público, facilitando su uso y mejorando el nivel de servicio. Sin embargo, no hay que olvidar el importante cambio que seguirá experimentando nuestro país a raíz de su mayor nivel de ingreso. El mayor ingreso se traduce en un aumento en la demanda de aquellos bienes con elasticidad ingreso positiva, entre ellos los automóviles. De hecho, eso ya ha estado pasando en Chile: la tasa de motorización entre los años 1992 y 2002 pasó de 86 a 147 vehículos por cada mil habitantes. Lo anterior no debiera sorprendernos. Dicha cifra en países desarrollados está por sobre los 400 vehículos por cada mil habitantes.

Es lógico que una familia opte por comprarse un automóvil cuando siente que su situación económica se va haciendo más estable y puede ir mejorando con el tiempo. ¿Qué cree Ud. que haría una familia de clase media en Chile, si sus ingresos mensuales aumentaran un 30%, 50% o se duplicaran? Si no posee un auto, lo más probable es que el hogar evalúe seriamente la idea de adquirir uno. Si asumimos crecimientos anuales promedio de 5% del PIB y de un 1% de la población, se podría concluir que en términos generales el PIB per cápita crecería en promedio a un tasa de 4% anual. Pero también es razonable suponer que particularmente el ingreso de los más pobres aumentará a una tasa mayor que ésta. Así, para el año 2017 desaparecerían los estratos D y E, tal como los conocemos hoy día.

Por otro lado, los resultados de la encuesta Origen-Destino muestran que en el año 1991 un 59,6% de las personas utilizaba el bus para movilizarse y sólo el 18,5% utilizaba el automóvil; diez años más tarde la realidad cambió drásticamente: en el año 2001 el porcentaje de las personas que utilizaba el transporte público bajó a un 42% y el que usaba automóvil subió a un 38,1%... ¡y ésto se dio en un contexto de bajo crecimiento económico!

El crecimiento imparable del parque automotriz no es malo per sé. ¿Y qué va a hacer Santiago con mayor congestión y contaminación? Lo socialmente eficiente: en esencia, que las personas asuman el costo de la decisión libre que toman. Para ello, las señales correctas de precio son vitales: tarificar las vías estructurantes y tener un impuesto eficiente al combustible y las patentes para financiar especialmente el déficit en infraestructura que posee Santiago.

La misión del Transantiago, según la propia autoridad, es “implementar un nuevo sistema de transporte público, moderno, eficiente, integrado y con alto nivel de servicio para los usuarios de Santiago”. Loable misión. Sin duda que necesitamos un mejor transporte público, pero no por cumplir dicha tarea hay que olvidarse de lo que inevitablemente se viene, lo que la gente quiere.

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