jueves, 3 de noviembre de 2011

Crédito Universal, ¿crédito de papel?








El reciente debut del crédito universal fue complejo. Tuvo disímiles implementaciones en los distintos oferentes de crédito. “Nunca estuvo muy claro ni fue muy evidente lo que teníamos que hacer”, señaló un gerente de banco. “El crédito universal está partiendo y siempre hay espacio para mejorar”, comentó el ministro de Hacienda. Reconoció, además, que están monitoreando la implementación de la norma conjuntamente con el Sernac y la Superintendencia de Bancos. Las multas, en caso de incumplimiento, podrían llegar a la estratosférica suma de 50 UTM (menos de $2 millones).

El propósito del crédito universal es permitir a un cliente comparar distintas alternativas de un crédito estándar. Cuando nació la idea, Andrés Velasco -ministro de Hacienda de aquel momento- lo comparó al helado de vainilla, señalando que aunque no todas las heladerías ofrecen los mismos sabores, el de vainilla siempre está.

El problema del crédito universal es que sólo permite hacer comparaciones superficiales entre dos instituciones de crédito, ya que, por tratarse de un producto estándar, por definición, no necesariamente se aplica a un cliente en particular. Nos podríamos encontrar en la paradójica situación de ver créditos universales que un porcentaje poco relevante de clientes efectivamente lo tienen, es decir, en la práctica, créditos que no existen… créditos de papel. De hecho, ya se ha planteado que como los niveles de riesgo de las personas son diferentes, un banco no podría estar obligado a entregar un crédito universal.

Hay que reconocer que el sistema es mejor con crédito universal que sin éste. Pero no es la herramienta perfecta para cumplir con su objetivo. ¿Se puede clavar un clavo con una piedra? En estricto rigor, sí, pero ¿por qué no usar un martillo?

En Estados Unidos e Inglaterra existe el APR (Annual Percentage Rate). Cada institución financiera está obligada a entregar la tasa final que paga el cliente, todos los gastos y comisiones incluidas. Un indicador simple, uniforme, claro y fácil de entender, que le permite a cualquier cliente -no universal- con su riesgo propio, comparar alternativas. Y por cierto, el APR no requiere de modelos sofisticados de cálculo y su normativa podría establecerse en menos palabras de las que tiene esta columna. En definitiva, muy fácil de implementar versus el crédito universal, a juzgar por las siguientes palabras de un gerente de banco: “Acá estamos todos aprendiendo, los reguladores, los parlamentarios, nosotros. Hay que darse un tiempo para ajustar los modelos”.

No hay comentarios: