martes, 14 de julio de 2020

Repensando un nuevo sistema de pensiones… en un lugar de la Mancha (Parte I)



Don Quijote: ¿Has visto, Sancho amigo, tamaña pelotera que ha causado el proyecto del retiro del diez por cien de las aefepés?

Sancho: Sí don Quijote. Sucumbimos al populismo y la demagogia.

Don Quijote: ¿Pero no sabes tú que antes de poner etiquetas y eslóganes, deberías tener el cuadro completo, para que así te permita leer bien las señales? Es lo mínimo que se le exige al escudero de un caballero andante. Para hablar y comer pescado hay que tener mucho cuidado.

Sancho: El cuadro que veo es que se va a desvestir un santo para vestir otro. Y esto será pan para hoy, hambre para mañana.

Don Quijote: ¡Tremenda deducción que has hecho, Sancho, por Dios! Perdona mi ironía, es verdad lo que dices. El trueque de consumo futuro por consumo presente no es una pócima gratuita. Mas lo que has dicho es un resultado matemático, medio obvio por lo demás. Veamos las causas primero, porque en una de esas el retiro de fondos corrige un problema mayor. Como dijo el gran trovador Arjona, vamos aclarando el panorama…

Sancho: ¿Un problema mayor a la crisis?

Don Quijote: Justamente querido Sancho. Porque la sombra de la muerte que se le asomó al sistema de pensiones no fue la pandemia. La plaga –que provocará el retiro voluntario de la décima parte, en caso de ser aprobado- quizás será el empujoncito del sistema al vacío; la estocada de gracia. Mas independiente de ello, el enfermo está grave desde hace tiempo.

Sancho: O sea, de la crisis económica de la pandemia nos pasamos a la crisis del sistema de pensiones…

Don Quijote: Correcto Sancho amigo. Tengamos eso claro para empezar a hablar. Y aquella crisis tiene dos responsables: la soberbia y la ignorancia. Dicha combinación ha sido, y lo sigue siendo, fatal. Es que la mano derecha, por el hecho de escribir las letras y usar mejor la espada, se ha creído más sagaz que la zurda.  

La derecha en general llegó a endiosar el modelo de pensiones, porque cuando nació la creatura, ésta era hermosa y prometedora. Su alimento siempre fue el mercado de capitales. Se creyó tan firmemente, casi como un dogma de la santísima fe, que bajo ciertos supuestos y parámetros, al alcanzar la madurez, la creatura solucionaría el problema de las desfinanciadas pensiones que existía previo a su nacimiento.

Sancho: Pero eso es cierto. Hace poco, el denominado padre de la creatura, la comparó a un Mercedes Benz, de la más grande sofisticación, el cual, combustible mediante, podía llegar a destino.

Don Quijote: No pues señor, eso es casi cierto. Gran diferencia. Y es que ahí entramos a las grietas del sistema, donde la ceguera es del mismo tamaño de la altivez. Si no tienes claros los conceptos, empezamos a construir teorías sin sustento.

Sancho: Que fuertes palabras don Quijote, si la idea era buena.

Don Quijote: Es que a estas alturas, no utilizar franqueza de expresión es una ignominia. Permíteme explicarte mis razones y porqués.

Sancho. Soy todo oídos. Pero ojalá no sea la razón de la sinrazón.

Don Quijote: Ya verás que tengo razón, incrédulo burlón.  Si la columna vertebral del sistema de pensiones es la cuenta individual que busca retornos en el mercado de capitales, entonces hay que tener claro que la regla básica de ese juego se resume en la doble dimensión riesgo-retorno.

Sancho: jajaja, pero don Quijote, eso lo saben todos; hasta yo lo sé, que no soy ningún sabiondo ni intelectual.

Don Quijote: No me interrumpas Sancho. Lo saben pero no lo entienden. Si captaran realmente las consecuencias de ello, se habrían dado cuenta que todas sus estimaciones de valores futuros esperados, aún con de plena densidad de cotizaciones (desde ya un gran supuesto de estanque lleno de combustible, pero por ahora no me acordaré de él), al final de cuarenta años, corregidas por riesgo, no son mejores que la opción segura de retorno libre de riesgo; se habrían dado cuenta que el mercado de capitales a veces no perdona y no tiene misericordia, y que al final de cuarenta años, existe alguna probabilidad de terminar con un fondo acumulado menor que haber guardado la plata debajo del colchón. Dicho sea de paso, el hecho que ocurran crisis cada ciertos años y la destrucción creativa que deja obsoletas a las más admiradas compañías, nos recuerdan la dimensión riesgo del mercado, su lado oscuro.

Sancho: Pero esa probabilidad es ínfima don Quijote. Con tal de ganar el valor esperado, vale la pena correr el riesgo.

Don Quijote: Lo que estoy comentando no es un detallito cuando se quiere de diseñar un sistema de pensiones obligatorio, porque no se trata de una decisión de inversión de un agente individual. Insisto, se trata de diseñar un sistema donde se toman decisiones de platas ajenas, y éste debe ser sometido a todas las pruebas de rigor y por sobre todas las cosas contar el cuento completo en forma abierta y transparente al vulgo que no entiende lo que lee. Y eso ya es un desafío que puede ser, y de hecho lo es, un agravante. Haber diseñado un sistema cuyos resultados corregidos por riesgo no son mejores que una opción segura de estrategia pasiva de inversión, y que además, cuyo peor resultado es un fondo acumulado menor que guardar la plata debajo del colchón (tasas reales libres de riesgo cero o incluso negativas), no fue, perdóname la franqueza Sancho, tanta maravilla. No da para el Nobel. Las cosas son lo que son, no lo que pretenden ser. Y lo peor, defender el sistema con tanto fanatismo, donde ahora cualquier hereje que siquiera hable mal del sistema de pensiones es menospreciado, le hace el peor favor al mismo, porque mejor sería que aquellos que defienden el sistema primero lo bajen del altar, sin darse ínfulas de sabelotodos y pedantes, quizás así habrían sumado feligreses en vez de opositores. La vanidad y la ignorancia fueron la raíz de esta ceguera. Y recuerda Sancho que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Así las cosas, haber llevado el debate, sin querer, a la dimensión política de derecha-izquierda, fue nefasto: los primeros por su arrogancia y miopía y los segundos por no proponer nada, o mejor dicho, por proponer recetas añejas y peores. Ignorancia a la máxima potencia es una crónica de una muerte anunciada para el sistema porque aunque se rechace el proyecto, los perros hambrientos no soltarán la presa que sangra… ya le agarraron el gustito. 

(Después de una pausa reflexiva)

Sancho: El largo plazo arregla todo, y el retorno compensa cualquier tropezón.

Don Quijote: Así lo repiten como loros. Y se lo creen. Para que sepas mi querido Sancho, en el largo plazo, la varianza del retorno acumulado también se amplifica. ¿Te contaron eso Sancho? Apuesto mi Rocinante que no; pregúntales a los hinchados de orgullo qué significa eso y qué implicancias tiene. Te diré solo una cosa: no creas todos esos viejos cuentos a medias y mal contados. En el largo plazo, puede que tu fondo acumulado esperado aumente, pero debes tener la perspicacia y tener plena conciencia que también tu peor escenario se hace cada vez más adverso. Eso no hace más que reafirmar la premisa que te dije antes. ¿Se está dispuesto a diseñar un sistema de pensiones obligatorio y tomar decisiones de platas ajenas para jugar en el mercado de capitales con estas reglas? Si la respuesta es sí (porque, como dices tú, vale la pena correr el riesgo para ganar el valor esperado), entonces contemos el cuento completo. Eso no más digo yo, porque si se hubiese contado el cuento completo, no estarían hablando de promesas incumplidas.  


Sancho: Nadie ha hecho esas promesas. Eso es un mito.

Don Quijote: Ay, mi ingenuo Sancho. Como no estás experimentado en los sucesos del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles. Cuando vendes un ungüento medicinal, hay una promesa implícita. Y tanto se ha repetido desde los años ochenta a la fecha, que está arraigada en el inconsciente colectivo. La gente no lee Sancho; muchos ni entienden lo que leen. Quedó la ofrenda y ahora se pasa la cuenta. ¿Crees que ahora los vas a hacer razonar en base a supuestos y parámetros de las estimaciones? Esa promesa no la va a sacar nadie de la mente de las personas, menos ahora donde se clama por derechos a la orden del día. ¿Acaso has olvidado tú mi promesa de hacerte gobernador de alguna ínsula o reino que ganase a lo largo de estas aventuras?

Sancho: Por supuesto que no la he olvidado…

Don Quijote: Lo mismo pasa con la ciudadanía mi querido Sancho. La palabra empeñada es más fuerte que un papel escrito.

Sancho: ¿Y cómo salimos de este embrollo don Quijote?

Don Quijote: Se debe aprovechar la ocasión para repensar todo el sistema. Te anticipo que no habrá una salida dulce a esta amarga dificultad. Para repensar hay que terminar con la soberbia intelectual de los que se las creen todas y en realidad no saben mucho. Son ellos los que deben sacarse el velo primero y  reconocer las limitaciones de sus dioses y estar dispuestos a trabajar en base a ello, analizando todas las medidas, por populistas que parezcan en una primera lectura. Deben comenzar sabiendo que amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.

Sancho: Otra vez la derecha…

Don Quijote: Porque como decía mi santa madre: “Al que se le da más, se le exige más”.

Sancho: ¿Y los otros?

Don Quijote: Los otros siempre ladrarán, pero hay que dejar que los perros ladren, eso es señal de que avanzamos. No me esperaría otra cosa. Entre zurdos y derechos no pueden durar las amistades, porque la igualdad de pensamiento sirve de eslabón a los corazones; pero entre los zurdos y los derechos no puede haber amistad duradera.

Sancho: Don Quijote, cuénteme lo que usted propone.

Don Quijote: Está bien Sancho…

Sancho: Pero primero pasemos a esta posada a descansar la lengua y alimentar nuestras barrigas. Mire que de tanto hablar y pensar ya me ha dado fatiga. No por nada me apellido Panza…

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