https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/columnas/2025/04/05/censo-2024-y-reforma-de-pensiones/
Uno de los resultados del censo 2024
que más comentarios ha generado ha sido la caída en la tasa de natalidad (y sus
consecuencias), la cual se encuentra entre las más bajas del mundo. Y eso que
aún no llegamos a ser un país desarrollado. La fecundidad en Chile sigue bajo
el nivel de reemplazo generacional. La Tasa Global de Fecundidad de 2022
llegó a 1,25 hijos y, según datos provisionales, la de 2023 se redujo a 1,16,
la más baja en la historia de Chile.
Por otra parte, la población envejece
y vive más tiempo. Actualmente la esperanza de vida al nacer en Chile es de
81,3 años. En solo 32 años, la población de mayor a 64 años se más que duplicó,
pasando de 6,6% en 1992 a 14% en 2024, mientras que la población menor de 15
años se redujo a casi la mitad, desde 29,4% a 17,7% en igual periodo. El Índice
de Envejecimiento (cantidad de adultos mayores por cada 100 menores de 14 años)
subió 254%, pasando de 22,3 en 1992 a 79 en 2024. El porcentaje de hogares
compuesto solo por adultos mayores pasó de 4,3% en 1992 a 11,6% en 2024.
La tendencia de las cifras anteriores
no es sorpresa. La cuantía del cambio, quizás. Pero se veía venir. Y este es,
lamentablemente, el oscuro panorama de “contexto” que la reforma de pensiones
no consideró.
El problema de las pensiones es, en
esencia, un problema económico derivado de un escenario demográfico cambiante.
El mercado de capitales, en su esencia más pura, no está para solucionar un
tema demográfico. Pero sí puede ayudar. Tener claro lo anterior, cosa que no es
tan evidente, nos hace tener conciencia de las variables relevantes y dimensionar
el alcance y limitaciones del propio sistema de pensiones y de cualquier
(des)ajuste al mismo.
En la última reforma al sistema de
pensiones, ¿se corrigieron al alza las edades de jubilación de hombres y
mujeres, y se dejaron parametrizadas a los aumentos en la esperanza de vida?
No. Cuando se diseñó el sistema de capitalización individual, se estimaba una
esperanza de vida de 10 años post pensión; cuatro décadas después hay que
financiar el doble de años. La reforma
de pensiones ni siquiera hizo un ajuste gradual en este parámetro estructural.
Y la esperanza de vida va a seguir aumentando. Una buena noticia que sin duda
trae desafíos en políticas públicas.
Las expectativas de vida reales no han
sido consideradas en forma íntegra en la estimación de las rentas vitalicias
que ofrecen las compañías de seguros de vida a los pensionados. Y la reforma tampoco
aprovechó la oportunidad para hacer un ajuste.
La reforma tampoco puso los
incentivos en aprovechar la mayor esperanza de vida y su consecuente capital
humano formado, postergando la edad de jubilación; al contrario, inventiva la
pensión anticipada.
En lo referente a la parte solidaria
del sistema, la reforma no simplificó el sistema de pensiones, sino que le
agregó mayor complejidad en términos de económicos, de operación, evaluación,
transparencia y análisis. Se estableció un impuesto al trabajo “con cargo al
empleador” (término marketero que no considera
la elasticidad precio del empleo para determinar quién es realmente el que paga
dicho impuesto), cuya administración estará a cargo de una entidad llamada Fondo
Autónomo de Protección Previsional (FAPP), en vez de entregar esta ayuda a los
pensionados necesitados con cargo a impuestos generales, y así dejar “limpio” el
sistema de capitalización individual y con derechos de propiedad claros y
transparentes.
Por otra parte, se sigue cometiendo
el error conceptual de hacer estimaciones utilizando retornos esperados en vez
de utilizar el Equivalente Cierto de los mismos. A estas alturas, después de
todas las advertencias dadas, este error es consciente y premeditado, y no hace
más que alimentar ilusiones y alejarse del diseño original de operación en un
ambiente seguro.
La reforma tampoco abordó el grave
problema que existe con las rentas vitalicias que ofrecen las compañías de
seguros, las cuales sobreviven gracias a la ficción contable que bondadosamente
la Autoridad permite mediante normativa supuestamente técnica y compleja, en la
cual se subvalorizan las deudas por pagar a los pensionados, al no considerar
la real esperanza de vida y la correcta tasa de descuento libre de riesgo. Se
perdió una oportunidad de oro para desnudar y regularizar diplomáticamente esta
situación, calcular bien el patrimonio contable que se esfumaría en cada
compañía de seguro y exigir los cuantiosos aumentos de capital en un plazo
razonable.
La reforma perdió la oportunidad de
sincerar los problemas reales y abordarlos. Más bien los esconde, complejiza el
sistema y sigue haciendo promesas que ni el mercado de capitales, ni los
cambios demográficos, ni las finanzas públicas van a poder solucionar. En 10,
15 o 20 años más no solo vamos a seguir hablando de estos mismos problemas aún
más graves, sino que nacerán otros nuevos. Y todos vamos a estar más viejos y
más pobres en nuestra cuenta de capitalización individual. Ah, y por cierto, el
Estado tendrá una gigantesca deuda contingente por pagar a los pensionados.
Iván Rojas B.
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