miércoles, 26 de septiembre de 2007

El canto de la lluvia







Al gris cielo de Beijing se sumó una lluvia intermitente. Con algo más de 20 grados, nos sentíamos algo extraños, mas a la gente local parecía no importarle este evento. Decidimos comprarnos unos paraguas e ir a caminar cerca del hotel.

Teníamos un destino claro al que queríamos llegar, carecíamos de un mapa y los signos de la escritura china no nos decían demasiado. Le pregunté a una joven china si podíamos llegar a pie a cierto lugar. Me contestó que no, y que debíamos tomar un taxi. Ella amablemente se ofreció para hacernos parar uno.

El tránsito en esta ciudad de 16 millones de habitantes es algo desordenado. A pesar de contar con grandes avenidas bien señalizadas, los automovilistas a duras penas respetan los semáforos y las numerosas bicicletas conviven con ellos en este caos armonioso. Para el peatón, afortunadamente la velocidad media se convierte en un aliado.

La escasa disponibilidad de taxis nos hizo estar bajo la lluvia por mucho tiempo. La pobre joven china, al igual que muchos otros, no estaba preparada para el agua: vestía una polera, falda y sandalias. Le convidé mi paraguas y juntos esperamos el taxi. El canto de la lluvia sobre mi paraguas se intensificó. Le dije que no era necesario que tuviera que seguir mojándose, pero ella insistía en completar su misión. Su interesante respuesta en estas adversas condiciones daba para pensar: “You are welcome”.

Al final logramos que un auto particular nos llevara por “fifty Remimbi” (RMB o Yuan), algo menos de US$ 8. Barato. Agradecí a la joven china su amabilidad y le ofrecí mi paraguas como regalo. Lo rechazó categóricamente. A pesar de haber olvidado su nombre (que sonaba algo así como Keiko), no será tal con sus honestas palabras de bienvenida a un país extraño.

El taxista pirata nos llevó al lugar indicado. Mientras juntábamos los billetes para pagarle, él vio que tenía uno de 20 RMB (Remimbi) en mi mano, por lo que dijo (en chino) que eso era suficiente. Deducimos que el precio acordado no era “fifty”, sino “fifteen”.

No se puede generalizar a partir de dos experiencias, pero ciertamente lo expresado en esta nota es parte de los buenos recuerdos de mi estadía en Beijing.

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