viernes, 29 de julio de 2016

¿Tiene solución el Sistema de Pensiones?








El columnista D’Artagnan (http://www.dartagnan.cl/frmVistaOne.aspx?id=78) ha manifestado con gran agudeza que el actual modelo económico en Chile es una derivación maligna del original, donde progresivamente se llegó a un equilibrio no competitivo y de mucho lobby. Un Equilibrio –como lo llama el mosquetero- de la mediocridad. Y como se trata de un equilibrio de intereses creados, los principales actores “harán todo lo posible por mantener el statuo quo”. Es más, el espadachín señala que “muchos encuentran –convenientemente- que el “modelo” actual es positivo y no se dan cuenta de las fallas, más allá de las cómodamente evidentes”. Entonces, la pregunta “¿hacia dónde corregir?”, es muy relevante.

Me permito aplicar dicho análisis al sistema de pensiones. Hoy existe un cuestionamiento e indignación transversal por el fruto del sistema: las bajas pensiones. Ese es el síntoma central, hasta ahora. El diagnóstico, por desgracia, difiere dependiendo de quién sea el opinante. Al no haber claridad ni coincidencia en el diagnóstico, las soluciones propuestas (si es que verdaderamente existen) van de la A hasta la Z, y son contradictorias entre sí. Es así como algunos abogan por eliminar las AFP y volver al sistema de reparto, mientras que otros defienden el sistema y dicen que no hay que ceder a la tentación del populismo.

Si la pauta de evaluación es que el sistema se autofinancie en gran parte, el sistema de capitalización individual fue una buena idea en relación al insostenible sistema de reparto. Pero tampoco es la solución a un problema que es esencialmente demográfico: la sobrevida en la tercera y cuarta edad. El mercado de capitales no tiene atributos para dar una solución integral. Aquí ha estado el gran error: cayeron en la trampa del retorno esperado y en el plazo de inversión para proyectar flujos y llegar a resultados cuyas tasas de reemplazo fueron interpretadas como promesas implícitas.  Y dicha promesa hoy se percibe como un derecho adquirido: una pensión digna, entendida como un porcentaje relativamente alto del promedio de los ingresos al final de la vida laboral.

En vez de operar en ambiente seguro - lo más racional, tratándose de las pensiones- se ocultó una parte importante del cuento: que existe una cierta probabilidad de terminar con un fondo acumulado menor que la suma lineal aportada y que la proyección segura del valor futuro (esto es, usando una tasa libre de riesgo) lleva a la conclusión ineludible que las cifras NO dan para cumplir lo prometido, y por lo tanto, el sistema de AFP es un sólo un complemento a otras alternativas de ahorro y a otras fuentes de recursos que las personas deben prever. Esto, hasta ahora, no se ha dicho. Y no es válido que los expertos se excusen en que las variables proyectadas no se dieron, porque en sus cálculos olvidaron los conceptos de equilibrio y el abanico de riesgo/retorno, de la dominancia, el Equivalente Cierto, la eficiencia de mercados y, quizás lo más importante, que por diseño del sistema le estaban pidiendo peras al olmo.

Entonces, la desilusión podría hacer entendible que se quiera volver al sistema de reparto. Pero esa bola de nieve solo aumenta el déficit que se deberá financiar –adivine- con impuestos… si es que no explota antes.


¿Qué hacer? Mayor libertad

La única forma en que el sistema actual pueda compensar las variables exógenas que no son de su responsabilidad (mayor esperanza de vida, lagunas previsionales y nivel de ingresos), y lograr pensiones equivalentes a un 70% del sueldo promedio de los últimos años, es postergar en por lo menos 5 años la edad de jubilación y, como mínimo, duplicar el porcentaje de descuento actual. Ambas en paralelo. Lo impopular de estas medidas las hace impracticables.

Las condiciones actuales de nuestra economía son radicalmente distintas a las que existían cuando se diseñó el sistema, particularmente en lo que se refiere al riesgo país y retorno de las inversiones. Estas condiciones que revalorizaron los activos por una sola vez, no se van a volver a repetir. Alardear de retornos pasados para validar el modelo tal vez nunca ha sido tan irrelevante para las rentabilidades futuras.
 

En este contexto, la opción de retirar los fondos a la edad de jubilar debe ser analizada en serio y como una real alternativa que puede legitimar el sistema. En columnas anteriores he propuesto que se permita retirar el exceso que garantice la pensión mínima, de tal forma que el Estado se cubra si la persona malgasta su dinero (preocupación que muchos tienen pero que personalmente no comparto).

 El otro problemita: la etapa post-jubilación
Hasta ahora la queja es que las pensiones son bajas. Pero hay otro factor, incluso de mayor importancia, y es que dichas bajas pensiones incluso puede que no se paguen en su totalidad. En las Rentas Vitalicias, opción preferida a la hora de jubilar, las compañías de seguros de vida (CSV) prometieron explícitamente una rentabilidad ineludible con los pensionados. Dicha promesa no puede ser cumplida si no asumen riesgo en sus inversiones, y al asumir riesgo, hay alguna probabilidad de perder. Y el capital de respaldo es insuficiente.


Los modelos se supervisión amparados por la Autoridad son ineficientes e incluso contraproducentes. No apuntan a dar certeza en el pago de las pensiones. No están cumpliendo su rol, porque si las CSV valorizaran sus pasivos siguiendo pautas puras libres de riesgo terminarían con patrimonio negativo. Si a esto agregamos que las CSV castiguen sus activos aplicando el Equivalente Cierto de cada uno y exigir un Estado de Resultado Económico ajustado a cero riesgo, la situación empeora.
 
Cuando esta olla se destape completamente (la Autoridad y las CSV ya lo saben muy bien), ya no habrá 100.000 personas marchando. Y esa marcha exigirá responsables, porque los tiempos no están para jugar con la ciudadanía. Y se sembraron vientos…

 
Iván Rojas B.

 

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