En el comentario del 7 de agosto (http://comopiensasves.blogspot.com/2007/08/de-conceptos-y-tecnicismos.html) se dejó planteada la siguiente pregunta a raíz del tema del salario mínimo ético: ¿cómo hacer que una familia logre ingresos mínimos suficientes para subsistir dignamente? Veamos una de las áreas en las cuales se puede lograr la siguiente magia: que el 20% de las familias más pobres tenga un ingreso de $300.000 mensuales.
Consideremos los siguientes datos de la encuesta Casen 2006:
1) El ingreso autónomo mensual por hogar del 20% más pobre en Chile es $75.687 y $179.457 para el decil 1 y 2, respectivamente.
2) Con los subsidios del Gobierno, el ingreso final por hogar queda en $203.783 y $288.242 mensual para ambos deciles.
3) Lo que la gente dice recibir en subsidios da un total de unos US$5.525 millones al año. De este monto, solamente US$2.209 millones se asignan al 20% más pobre.
4) Ojo que lo anterior es lo que la gente efectivamente recibe (lo que dice recibir según la encuesta Casen). Según el presupuesto de la nación, el gasto presupuestado en estos ítemes es de US$9.339 millones al año, donde se incluyen también obras de infraestructura y gastos de administración.
¿Cuánto dinero se requiere para cumplir dejar con $300.000 mensuales al 20% de los hogares más pobres? El Estado debería dar adicionalmente $96.217 al mes al 10% de los hogares más pobres y $11.758 al mes al 10% de los hogares siguientes. Esto implica un gasto adicional de US$1.007 millones al año.
¿De dónde sacar estos recursos? Algunas fuentes:
a) Del punto 3 anterior se desprende que no todo el gasto se focaliza en los más pobres. No es que los demás no lo necesiten, pero la prioridad es obvia. Así, estos US$1.007 millones anuales se pueden obtener de los subsidios que se entregan al 50% de mayor ingreso de la población.
b) ¿Será mejor dejar los excedentes provenientes del cobre en el exterior, ganando una baja tasa de interés internacional, en vez de mejorar la situación de los más pobres? Si la autoridad decide guardar estos excedentes para cuando vengan las “vacas flacas”, debería demostrar claramente que la rentabilidad social de esta decisión es mayor que su uso alternativo.
En conclusión, focalizar de una mejor manera el gasto (mientras por cierto se hacen esfuerzos reales por mejorar la eficiencia) y priorizar socialmente el uso de los recursos (o parte de ellos) permitiría cumplir con el desafío propuesto en esta columna. Eso sería actuar en coherencia con lo “ético” y no rasgar vestiduras sin sentido.
Es verdad que es mucho mejor que los más pobres de manera autónoma alcancen un nivel mayor de ingreso. Y aquí es donde el crecimiento es una variable clave: de hecho, un perfectamente alcanzable crecimiento promedio del PIB per cápita de un 4% anual por los próximos trece años, permitiría que los estratos socioeconómicos más bajos (el D y E, donde se encuentran casi la mitad de los chilenos) no existan al año 2020 tal como ahora se conocen. Pero mientras llegamos allá, dejemos que la magia actúe.
Consideremos los siguientes datos de la encuesta Casen 2006:
1) El ingreso autónomo mensual por hogar del 20% más pobre en Chile es $75.687 y $179.457 para el decil 1 y 2, respectivamente.
2) Con los subsidios del Gobierno, el ingreso final por hogar queda en $203.783 y $288.242 mensual para ambos deciles.
3) Lo que la gente dice recibir en subsidios da un total de unos US$5.525 millones al año. De este monto, solamente US$2.209 millones se asignan al 20% más pobre.
4) Ojo que lo anterior es lo que la gente efectivamente recibe (lo que dice recibir según la encuesta Casen). Según el presupuesto de la nación, el gasto presupuestado en estos ítemes es de US$9.339 millones al año, donde se incluyen también obras de infraestructura y gastos de administración.
¿Cuánto dinero se requiere para cumplir dejar con $300.000 mensuales al 20% de los hogares más pobres? El Estado debería dar adicionalmente $96.217 al mes al 10% de los hogares más pobres y $11.758 al mes al 10% de los hogares siguientes. Esto implica un gasto adicional de US$1.007 millones al año.
¿De dónde sacar estos recursos? Algunas fuentes:
a) Del punto 3 anterior se desprende que no todo el gasto se focaliza en los más pobres. No es que los demás no lo necesiten, pero la prioridad es obvia. Así, estos US$1.007 millones anuales se pueden obtener de los subsidios que se entregan al 50% de mayor ingreso de la población.
b) ¿Será mejor dejar los excedentes provenientes del cobre en el exterior, ganando una baja tasa de interés internacional, en vez de mejorar la situación de los más pobres? Si la autoridad decide guardar estos excedentes para cuando vengan las “vacas flacas”, debería demostrar claramente que la rentabilidad social de esta decisión es mayor que su uso alternativo.
En conclusión, focalizar de una mejor manera el gasto (mientras por cierto se hacen esfuerzos reales por mejorar la eficiencia) y priorizar socialmente el uso de los recursos (o parte de ellos) permitiría cumplir con el desafío propuesto en esta columna. Eso sería actuar en coherencia con lo “ético” y no rasgar vestiduras sin sentido.
Es verdad que es mucho mejor que los más pobres de manera autónoma alcancen un nivel mayor de ingreso. Y aquí es donde el crecimiento es una variable clave: de hecho, un perfectamente alcanzable crecimiento promedio del PIB per cápita de un 4% anual por los próximos trece años, permitiría que los estratos socioeconómicos más bajos (el D y E, donde se encuentran casi la mitad de los chilenos) no existan al año 2020 tal como ahora se conocen. Pero mientras llegamos allá, dejemos que la magia actúe.
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