viernes, 28 de diciembre de 2007

Un tranquilizador consuelo


La lamentable pérdida de un ser querido constituye uno de los dolores más intensos que puede sentir un ser humano, especialmente si se trata de un hijo pequeño al cual el suceso imprevisto le jugó una mala pasada.

Con mucha tristeza muchos chilenos hemos sentido la trágica muerte del hijo del señor Warnken, parte de ellos identificados quizás porque también tratamos de cumplir un rol de padres de la mejor forma posible. Muchos han expresado abiertamente palabras de ánimo y consuelo. He aquí las mías.

La muerte, por sorprendente que parezca, no es algo natural, como a veces o casi siempre se plantea. Es por ello que nos causa tanto dolor, porque inconscientemente nos proyectamos en el tiempo, como si tuviéramos programado el tiempo indefinido en nuestra mente. Tampoco es la elección unilateral de Dios de un “favorecido” para ser uno de sus angelitos. ¡Qué cruel de parte de nuestro Padre celestial!

Su hijo, sr. Warnken, está descansando, como en un profundo sueño, sin dolores ni sufrimientos, sin alegrías, sin actividad. Pero tan maravilloso niño está en la mente de nuestro Dios, que nos promete una resurrección para los seres queridos que han muerto, en un lugar donde “la muerte no será más, ni existirá ya más lamento, ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”.

No hay comentarios: